domingo, 5 de mayo de 2013

La familia paterna de María Angélica Ferrari (Trentinos en Ing. White)




María Angélica Ferrari era nieta de Carlos Raimundo Ferrari e hija de Guerino Rubén Ferrari. Sus padres se separaron pocos años después del nacimiento de su hermano Carlos. Después de haber hecho el secundario en el colegio Mosconi, en Ingeniero White, comenzó la carrera de bioquímica en la Universidad del Sur, donde militaba en la Juventud Universitaria Peronista. En febrero de 1977 fue secuestrada en su casa en White, permaneció cautiva en el centro de detención clandestino "La Escuelita" , en Bahía Blanca, durante dos meses, y finalmente, fue hallada asesinada en La Plata el 21 de abril de 1977.

Muchas veces hemos oído el testimonio de su familia materna, y hemos observado conmovidos la muñeca que se exhibe en el Museo del Puerto, pero nada sabíamos de su familia paterna.

Hace diez días, interesados en conocer más sobre su abuelo Carlos, me escribieron desde Mar del Plata, Verónica y Gustavo Ferrari, los hijos del segundo matrimonio de Guerino. Verónica y Gustavo que vivieron siempre en Lobería y en Mar del Plata con sus padres, recién supieron que tenían hermanos en Ing. White siendo ya grandes, y nunca llegaron a encontrarlos ni a conocerlos personalmente.

También se puso en contacto con nosotros Mónica Ferrari, prima hermana de María Angélica, Gustavo y Verónica. Ella sí la conoció a Angélica cuando era chica; y esto fue lo que nos contó, a mi y también a sus primos:

A mí me adoptaron en el 75, así que algo me acuerdo de ellos.
Mi papá lo sintió muchísimo, y yo también, porque ella (Angelica) era la prima mayor que me llevaba al cine, a la casa de sus amigas, a pasar el fin de semana en su casa, me peinaba, yo me ponía sus zapatos de plataforma.
Mi papá sabía en lo que estaba ella, y en la última navidad que pasamos juntos, mi papá le dijo que si quería la sacaba del país, pero ella no quiso.

Cuando la encontraron muerta, sé que fueron mi papá y Carlos a reconocerla. Cuando dijeron lo del enfrentamiento no sabía qué hacer, hablaba con todo el mundo y supo que había estado en la "Escuelita", pero no pudo hacer nada, se sentía impotente, es más, tengo un artículo donde informan del enfrentamiento.

La Nueva Provincia, 22 de abril de 1977


Sabíamos que la sacaron de la casa, a la madre le pegaron un culatazo con un fal, y conocían muy bien la casa porque fueron directo a donde ella estaba dando clases particulares.

También salió un artículo en la revista Radiolandia, en la tapa estaba la foto de ella con otra chica, pero la sacaron enseguida de circulación, los militares las levantaron a todas pero mi papá llegó a quedarse con una porque la compró en el kiosco de revistas de la estación y la dueña del kiosco dijo que un pasajero la había comprado.

Lloré mucho, nunca me dejaron verla así que siempre la soñé golpeando la puerta de mi casa y que yo le abría, porque ella iba siempre a la casa de Patricios y Viamonte.

También escuché, porque delante de mí no hablaban, que la reconocieron por el pantalón que todavía tenía la raya de la plancha marcada, y un anillo que tenía puesto, porque la cara era irreconocible.

Y a Carlos, me acuerdo que lo hicieron afeitar porque usaba barba, y eso en ese tiempo era subversivo.

El dolor más grande para mí fue la pérdida de mi prima Angélica, yo tenía 10 años y recuerdo todo. Si estaba equivocada o no, no lo sé, pero sí se que era  terca, porfiada, fiel a sus convicciones.

Sus hermanos, Gustavo y Verónica en cambio, nunca pudieron conocerla personalmente. Se enteraron de manera casual, cada uno en su momento, que su padre tenía otros hijos, ya que había reserva total sobre el tema, y sólo se encontraron con su hermano Carlos Alberto el día que murió su padre, Guerino. Esto me contó Gustavo cuando le pregunté cómo habían vivido él y su padre lo ocurrido con María Angélica:

Cuando ella estaba aún secuestrada, papá viajaba continuamente a Buenos Aires para tratar de sacarla. Tocó a todos los contactos que tenía, y los que le mencionaban, pero no alcanzó.
Me acuerdo que estaba descontrolado y desconsolado, y sin la posibilidad de intervenir directamente. Iba a Bahía y no lo recibían, o directamente lo echaban. El viejo sufrió mucho y nunca tuvo la posibilidad de ver o visitar a sus hijos. Solo yo sé lo que hizo mi padre por mantener una relación con sus primeros hijos, pero no lo logró porque nadie quería.
Cuando pasó lo de María Angélica, yo también intenté por todos los medios acercarme a ellos, pero sin ningún resultado. Los chicos nunca tienen la culpa de lo que hacen los mayores, ni se los debe privar de estar con sus padres. Fue casi imposible que mi padre mantuviera un contacto con sus hijos.



Contamos la historia de María Angélica en este blog para hacer presente la figura de su padre, Guerino Ferrari y su dolor no sólo frente a la violencia y a la muerte, sino también frente al silencio y a la incomprensión. Que puedan reencontrarse y reconocerse alrededor de la figura de un bisabuelo (Carlos Raimundo) o tatarabuelos en común (Maria Pasi y Giuseppe Ferrari) personas que ni se conocian ni sabian de la existencia de los otros debido a diferentes circunstancias de la vida de sus familias, es una de las esperanzas que da sentido a todo este trabajo.


*Hector Ferrari, el padre de Monica y hermano de Guerino, era personal jerárquico en Ferrocarriles Argentinos, Jefe de tráfico en la Estación Sud.



sábado, 4 de mayo de 2013

Carlos Raimundo Ferrari y sus hijos Héctor y Guerino Rubén (Trentinos en Ing. White)


Tandil 29-6-1890     Bahía Blanca  24-12-1961


¿Qué fue de la vida de Carlos Raimundo Ferrari y de sus hijos, todos ellos vecinos de Ing.White? nos preguntábamos en una entrada anterior.

Hace aproximadamente un mes nos dieron varias cartas escritas por el propio Carlos y por su hermana Valeria.

Pero diez días atrás -casualmente- fueron sus nietos Gustavo, Verónica y Mónica Ferrari (que viven respectivamente en Quequén, Mar del Plata y Gral. Lavalle) quienes - buscando información sobre su abuelo- se pusieron en contacto con nosotros. Ellos quería saber sobre el pasado de su familia, yo -que ni siquiera sabía de la existencia de ellos - quería saber más sobre la historia más reciente. Así que juntos reconstruimos y armamos estas breves notas sobre su abuelo y sus respectivos padres (Guerino y Héctor).

El primero en ser evocado es el abuelo.
Carlos Raimundo Ferrari, ya mayor -será el año 1960, 1961-, va a Tamangueyú, cerca de Lobería a visitar a su hijo, que es el jefe de la estación de trenes, y a su nieto de dos años le lleva de regalo su pájaro, un cardenal.  Y le habla, correcto, mesurado, con su habitual saco y corbata. Esa es la imagen vívida que Gustavo Ferrari conserva de su abuelo, además de esta foto.

Mónica y Verónica, en cambio, no lo llegaron a conocer personalmente, solo oyeron a sus padres hablar de él: que había sido jefe de estación también él, en Saavedra, que tuvo arterioesclerosis y que pasó los últimos meses de su vida en casa de su hijo Héctor. 

Gracias a una de las cartas que Carlos Raimundo escribió a su sobrino sabemos que, seguramente ya jubilado de su cargo en el ferrocarril, en 1953 vive en Ing. White, se ocupa -como sus primos- de construir casas para alquilar, y ya no está junto a su mujer. 





No sabemos qué sucedió con su esposa: de ella nunca se hablaba, aunque debe haber pasado algo  muy grave por la magnitud del rencor que flotaba en el aire, cuenta Gustavo. Solamente una vez, siendo muy chico, su padre lo llevó a Mar del Plata a conocerla, antes de su muerte

Por las cartas podemos entrever también que las hermanas de Carlos (las tías Valeria y Rosa), no dejaron de intervenir activa e insidiosamente en las ya de por sí complejas relaciones entre su hermano, sus hijos, y la primer mujer de Guerino... El resultado fueron los desplantes, las ofensas, y la diáspora.

Carlos pasó el último periodo de su vida en casa de su hijo Héctor, y falleció en el Hospital Ferroviario, en Bahía Blanca, el 24 de diciembre de 1961. A la muerte de Héctor, en 1998, sus restos fueron trasladados a Lobería, donde está sepultado junto a su hijo Guerino Rubén (el Bebe) Ferrari.

Del hijo mayor de Carlos Raimundo, Héctor Ferrari, nos dio noticias Mónica, su hija adoptiva:


Héctor Ferrari y Adelina Ricardini


Gracias a ella sabemos que Héctor Ferrari, nacido el 20 de septiembre de 1925, trabajó toda la vida en el Ferrocarril General Roca, donde llegó a ser jefe de Trafico de la Estación Sud, en Bahia Blanca. Se casó con Adelina Próspera Ricardini, y en 1975 adoptaron a Mónica. Vivieron primero en la casa de la calle Patricios y Viamonte, y luego se mudaron a la calle Almafuerte 965.

Sus restos no descansan en Bahía, ya que su esposa los trasladó a Gobernador Gálvez, provincia de Santa Fe, donde ella fue a vivir después del fallecimiento de Héctor, ocurrido en 1998.


Así lo recuerda Mónica:

Los sábados me llevaba a la estación y me quedaba con él, yo le ayudaba a hacer algunas cosas, como pasarle notas a máquina o anotarle cosas que tenía que hacer... para mí era un juego.

A mi papá le gustaba que leyera, me regaló la colección "El Tesoro de la Juventud" que todavía lo tengo y es una de las cosas más preciadas que me dejó) y otra colección Grandes Escritores Argentinos. Y la palabra que siempre utilizaba para decir que estaba de acuerdo con algo era "macanudo".

Esta foto es del hijo menor de Carlos Raimundo, Guerino Rubén Ferrari:

Guerino Rubén Ferrari y su segunda esposa, Zulema Ester Lorea en 1958
Ing. White 15-8-1928
Necocha, 2-12-2001


Guerino Rubén "Bebe" Ferrari nació en Ing. White el 15 de agosto de 1928, y ahi hizo toda la escuela primaria. En 1942, con 14 años se fue a vivir solo, y a los 16 ingresó, por recomendación de su padre, como dependiente de segunda en el Ferrocarril Sud donde llegó a ser uno de los mejores telegrafistas. Mientras tanto, estudió relojería y puso en Bahia Blanca la "Relojería y Joyería Ferrari".

En esos años se casó con María Birlis, también ella de Ing. White, con quien tuvo dos hijos, María Angélica, nacida el 28 de junio de 1951, y Carlos Alberto Ferrari, en 1952. Sin embargo, cuatro años despues del nacimiento del segundo hijo, María y Guerino se separaron.

Guerino fue trasladado, como auxiliar de primera a Ing. Jacobacci y luego al ascender estuvo en Estación Pardo, en el partido de Las Flores, donde conoció a Zulema Esther Lorea y donde nació, el 29 de junio de 1959, su hijo Gustavo. Tres meses más tarde le ofrecieron ser jefe de estacion en Tamangueyú. Allí se radicó la familia y once años más tarde, también un 29 de junio pero de 1970 nació la segunda hija de Guerino y Zulema, Verónica Ferrari.

En el año 1967 tomó la representación de vinos Bombara para Lobería y la zona, y a eso se dedicó durante dos o tres años. En 1974 formó la Cooperativa Telefónica Tamangueyú, que llegó a ser modelo en el país. Ya jubilado en el ferrocarril, a los 63 años, se recibió de martillero público y ejerció durante varios años en Necochea, donde vivió los últimos años de su vida.

Su hijo Gustavo recuerda que tenía un empuje envidiable, siempre estaba haciendo y planeando cosas, y que sin embargo un dolor profundo lo marcó para siempre: el secuestro y asesinato de su hija María Angélica en 1977, víctima del terrorismo de estado.

Guerino falleció en Necocha el 1 de diciembre de 2001.
Carlos Raimundo y su hijo Guerino Rubén están sepultados juntos en el cementerio de Lobería.



Hasta ahora habíamos evitado hablar de la vida de los hijos y descendientes de los inmigrantes trentinos de nuestra ciudad y la zona. Pero en este caso, estas pequeñas pesquisas sobre el pasado un poco más lejano han permitido echar luz y ponerle palabras y nombres a una serie de silencios y desconocimientos que, por diferentes causas, cubrieron no solamente la historia de los abuelos, sino también algunas circunstancias  más recientes de la vida de sus hijos y nietos.

Contar la historia de una familia puede llegar a generar una ilusión narrativa basada en  preconceptos que pueden resultar sumamente apropiados cuando se traza un panorama general con el objetivo, no de hacer historia sino de afirmar algunos de esos "valores" que un grupo considera deseables -pero que no necesariamente tienen su base en la experiencia realmente vivida-, o que tienen vigencia en el presente en el que se elabora el relato, pero que son absolutamente anacrónicos con respecto al pasado en el que se ubica la historia: la famiglia unita, la pasta los domingos,  la conservación de los lazos familiares y paesanos a través de las generaciones, etc.

La historia vivida, la experiencia compartida es siempre mucho más compleja, más matizada. Poner en evidencia esa complejidad, y la dudosa consistencia de varios de esos preconceptos, es uno de los objetivos de este modo de contar algunos aspectos de la historia de una familia.

Y para quienes forman parte de esa historia, es una oportunidad para tomar distancia, comprender los motivos por los cuales ciertos hechos ocurrieron de un determinado modo o por los cuales algunas personas tomaron ciertas actitudes o decisiones, y -eventualmente - llegar a reconciliarse de algún modo con la propia historia.