jueves, 25 de diciembre de 2014

Bro' brusa'


Elsa Dalceggio Bro' brusa' from Ana Miravalles on Vimeo.



Ana: - ¿y el bro’ brusa? (pronunciado, evidentemente, de un modo inexacto)
Elsa: - no, no.
Ana: - una sopa
Elsa: - ¡ahhhh! sí.... ¡el bro' brusa'! Claro, lo hacía mi mamá, me parece que tostaba harina y después le echaba caldo, y bueno, era una sopa...

Esta no es de las que aparecen en los recetarios de "comida típica", pero probablemente, en la mayor parte de las casas de los inmigrantes trentinos llegados en las primeras décadas del siglo se preparaba casi a diario el bro' brusa' (caldo quemado, en dialecto trentino),  un plato más que austero característico de la situación causada por las tremendas privaciones de la primera guerra y la crisis de los años que vinieron después. Ninguno de nuestros entrevistados jamás dijo: qué rico el bro' brusa'. Todo lo contrario.

La pobreza tiene mal sabor, tiene mal sabor el desarraigo (la nostalgia por los padres, por la casa, la incierta posibildiad de volver alguna vez), sí, el sentirse extraño (hablar otro idioma, tener otras costumbres, sentirse en condiciones de inferioridad o al menos de radical extrañeza por ser inmigrante) sabe realmente mal, muy mal. 

Esas madres trentinas siguieron  preparando bro' brusa' en la Argentina cuando ya tenian carne y pollo para hacer todo el caldo necesario y fideos, y verduras de todo tipo y el dinero para comparlos o las huertas para cultivar y criar todo lo que quisieran en paz. Trajeron marcado a fuego el sello de la pobreza en sus paladares, y aunque los hijos nacidos ya acá en la Argentina eran la más concreta manifestación del éxito del drastico paso dado al emigrar, aún cuando ya tenían por delante todavía mucho esfuerzo y mucho trabajo, pero no privaciones ni falta de esperanzas, ellas siguieron cocinando el bro'brusa' durante muchos años, y así la marca de aquel origen campesino pobre signado tanto por la miseria y la carestía como por la irreversible fractura de la partida y la aculturación, quedó signada también en lo más hondo del paladar de esos hijos. 

Esos hijos hicieron todo, TODO, para extirparla, borrarla, y olvidarla.

Cuando les suelo preguntar qué preparaban sus padres, ellos dicen carne,polenta con pajaritos, bifes a la plancha y pollos asados.

Nunca logré que - ni inmigrante ni ninguno de los hijos de los muchos trentinos que en otras épocas lo comían a diario-  me prepare, al menos para probarlo y para comprender la causa de tanto resentimiento y asco- un plato de bro' brusá.



lunes, 22 de diciembre de 2014

Elsa Dalceggio (Trentinos en Ascasubi y Buratovich)



Desde Roncegno (donde nació el 26 de marzo de 1922) llega a la Argentina, junto a su madre, Caterina Pola y su hermana Noela, en 1936. Así cuenta ella (a sus 92 años, en su casa, junto a su hija Luisa Badaracco) la historia de la llegada a la zona de Buratovich y el trabajo en el campo:


Elsa Dalceggio from Ana Miravalles on Vimeo.


Resulta que vino a la Argentina mi hermano mayor, porque ahí el pueblo era pobre no había porvenir, entonces tenía 20 años, se vino a la Argentina. Al poco tiempo, cuando junto un poco de plata, llamo a mis hermanos, después mas tarde cuando juntaron un poco de plata, fue mi papá y el hermano más joven, y después, en otro viaje fue mi hermana mayor. Nueve éramos de familia.


Y fuimos a San Adolfo, porque ahí trabajaban mis hermanos, en la estancia de Carlos Luro. Mi papá se dedicaba a viñedo, mis hermanos a la alfalfa, y había gallinas, había abundancia, de todo...


Estaba por casarme, yo, la otra hermana no, y bueno, ahí  me casé, y trabajé con ellos, una historia…. que mama mía, después alquilamos campo nosotros también, siempre en la zona de Ascasubi y la pasamos como todo agricultor, ya teníamos una nena asi, la hermana, y después, qué pasó...  mi hermano tenía 25 hectáreas y las tiene disponibles, y bueno, vamos a alquilar la cosa, íbamos de campo en campo, ahí alquilamos, mi hermano me hizo una linda casita, y ahí nos metimos, con ajo, con cebolla, tomate, morrones,  había vacas para leche, caballos para el trabajo, porque no había motores o coso con…, todo a caballo...
Y... se vivía ...


 



jueves, 11 de diciembre de 2014

Santina Pasolli de Manincor


Hace un tiempo nos preguntábamos qué habría sido de la vida de Juan de Manincor. La semana pasada, un amigo me pasó varios datos interesantísimos: que Manincor se había casado con Santina Pasolli, y que una hija de ellos, Carmen vive, en Bahía Blanca, en la calle Darwin numero tal y tal. El domingo a la tarde, entonces toqué timbre en esa dirección, me atendió primero un hombre, pregunté por Carmen, y salió a atenderme una hermosa señora, de rasgos delicados, cabello rubio, me presenté, y pareció encantada con la propuesta de reunirnos un día para contarme la historia de sus padres.
Ayer a la tarde cuando llamo me atiende el hombre y cuando le pido por la señora me dice que no va a poder ser, que ella ayer se habia puesto con los hijos a juntar fotos y recopilar papeles para cuando yo fuera y, segun el, ella se puso muy sensible, y que hace poco murio el hermano de ella, y que él decidía entonces que no, que era mejor que no la entreviste. Yo le dije que a mí me pareció que a ella sí le gustaba la idea, que si había comenzado a reunir fotos para mostrarme es porque deseaba realmente ser entrevistada, y que si estaba triste, tal vez contar su historia -aunque fuera tristísima- podía hacerle bien, incluso. No, no, yo decido que no, me dijo. Le dije que iba a llamar mas adelante, tal vez cuando ella ya estuviera mas animada, y me respondió que llame, si quería, pero que mas adelante iba a recibir la misma respuesta.

Me duele pensar que Carmen Manincor, en este momento, debe estar esperando mi llamada, debe tener ahí preparadas sus fotografías, debe estar pensando qué contarme y qué no, y se estará preguntando cómo puede ser que me olvidé de ella, que no la llamo.

Si alguien la contacta, la encuentra, la conoce, haganle saber por favor que nada deseamos tanto como ir a verla.

Y de Santina Pasolli, mientras tanto, no podemos saber más que el nombre....