Elsa Dalceggio Bro' brusa' from Ana Miravalles on Vimeo.
Ana: - ¿y el bro’ brusa? (pronunciado, evidentemente, de un modo inexacto)
Elsa: - no, no.
Ana: - una sopa
Elsa: - ¡ahhhh! sí.... ¡el bro' brusa'! Claro, lo hacía mi mamá, me parece que tostaba
harina y después le echaba caldo, y bueno, era una sopa...
Esta no es de las que aparecen en los recetarios de "comida típica", pero probablemente, en la mayor parte de las casas de los inmigrantes trentinos llegados en las primeras décadas del siglo se preparaba casi a diario el bro' brusa' (caldo quemado, en dialecto trentino), un plato más que austero característico de la situación causada por las tremendas privaciones de la primera guerra y la crisis de los años que vinieron después. Ninguno de nuestros entrevistados jamás dijo: qué rico el bro' brusa'. Todo lo contrario.
La pobreza tiene mal sabor, tiene mal sabor el desarraigo (la nostalgia por los padres, por la casa, la incierta posibildiad de volver alguna vez), sí, el sentirse extraño (hablar otro idioma, tener otras costumbres, sentirse en condiciones de inferioridad o al menos de radical extrañeza por ser inmigrante) sabe realmente mal, muy mal.
Esas madres trentinas siguieron preparando bro' brusa' en la Argentina cuando ya tenian carne y pollo para hacer todo el caldo necesario y fideos, y verduras de todo tipo y el dinero para comparlos o las huertas para cultivar y criar todo lo que quisieran en paz. Trajeron marcado a fuego el sello de la pobreza en sus paladares, y aunque los hijos nacidos ya acá en la Argentina eran la más concreta manifestación del éxito del drastico paso dado al emigrar, aún cuando ya tenían por delante todavía mucho esfuerzo y mucho trabajo, pero no privaciones ni falta de esperanzas, ellas siguieron cocinando el bro'brusa' durante muchos años, y así la marca de aquel origen campesino pobre signado tanto por la miseria y la carestía como por la irreversible fractura de la partida y la aculturación, quedó signada también en lo más hondo del paladar de esos hijos.
Esas madres trentinas siguieron preparando bro' brusa' en la Argentina cuando ya tenian carne y pollo para hacer todo el caldo necesario y fideos, y verduras de todo tipo y el dinero para comparlos o las huertas para cultivar y criar todo lo que quisieran en paz. Trajeron marcado a fuego el sello de la pobreza en sus paladares, y aunque los hijos nacidos ya acá en la Argentina eran la más concreta manifestación del éxito del drastico paso dado al emigrar, aún cuando ya tenían por delante todavía mucho esfuerzo y mucho trabajo, pero no privaciones ni falta de esperanzas, ellas siguieron cocinando el bro'brusa' durante muchos años, y así la marca de aquel origen campesino pobre signado tanto por la miseria y la carestía como por la irreversible fractura de la partida y la aculturación, quedó signada también en lo más hondo del paladar de esos hijos.
Esos hijos hicieron todo, TODO, para extirparla, borrarla, y olvidarla.
Cuando les suelo preguntar qué preparaban sus padres, ellos dicen carne,polenta con pajaritos, bifes a la plancha y pollos asados.
Nunca logré que - ni inmigrante ni ninguno de los hijos de los muchos trentinos que en otras épocas lo comían a diario- me prepare, al menos para probarlo y para comprender la causa de tanto resentimiento y asco- un plato de bro' brusá.