domingo, 16 de octubre de 2016

María Bertotti



Hoy falleció María Bertotti (Povo, 1923). Con ella hemos cantado, y hemos conversado extensa e intensamente. Este recuerdo, lleno de afecto, para ella:

María

- “Ya ni me acuerdo
cómo conocí a Rodolfo:
te digo una cosa,
que el próximo golpe
no me acuerdo
que me llamo María,
si tengo golpes encima,
26
estoy
toda remendada
por todos lados
como pantalón de linyera,
tuve un accidente me sacaron
todas las muelas
y al año y medio
me mordió un perro, mirá,
tengo
doce puntos en este
brazo seis acá
y acá casi
me sacan el estómago
...
y la vez pasada me caí,
pero gracias a Dios,
recién lavé las tazas
este brazo
lo tuve enyesado, esta mano
no la puedo mover, pero
no se me caen los anillos;
cuando tuve el accidente
el anillo,
no se me cayó, me lo sacaron
cuando me operaron; lo que sí
me rompieron los aros, el reloj,
todo,
un desastre,
los lentes,
los dientes...
La hija el otro día me dice:
‘en el Pami te ponen... ’, no,
dejame de dientes, nena ...
Mejor me voy
a fumar un cigarro”.

(Entrevista: Ana Miravalles, 2003. Publicado en Arte Cisoria,Bahía Blanca, Editorial Vox, 2013)

martes, 20 de septiembre de 2016

Heridos de guerra: la 1° guerra de los inmigrantes italianos llegados a Bahía Blanca después de los años '20





ANA CECILIA MIRAVALLES
HERIDOS DE GUERRA: La primera guerra de los inmigrantes italianos llegados a Bahía Blanca a partir de la década del 20

A partir de 1923 llegaron a Bahía Blanca miles de inmigrantes italianos, pero aunque traían todos el mismo pasaporte, el del Regno d’italia, muchos de ellos vivieron la primera guerra mundial-entre 1914 y 1919 de muy diferentes modos. Lo primero que oí en mi vida acerca de esta guerra tenía que ver con mis abuelos Camilo y Emma, trentinos, que “habían pasado la guerra”. Porque había “pasado la guerra”, se entendía el porqué de la cocina austera, el ahorro y a la vez, la compulsión a acumular comida "por las dudas", y a no tirar nada, nada, nada. Él me contaba un largo viaje alrededor del mundo, largas marchas a pie, un período como prisionero en Rusia, y se justificaba por el hecho de haber “pasado la guerra”, su carácter reservado, la costumbre comerse hasta el último bocado servido en el plato, no demostrar ni demasiada alegría ni demasiada tristeza por nada, y dormir “con un ojo cerrado y el otro abierto”. Cuando yo -adolescente- le preguntaba, me contaba solamente anécdotas  individuales, sin referencia a ningún proceso más amplio, ni a explicaciones generales sobre las causas de lo que le había tocado vivir. Para mí (y él no aportaba nada para que no tuviera esa impresión) su guerra había sido un largo viaje, una aventura penosa a través de Rusia, pero cuya razón parecía ser solamente que el Mar del Norte se había congelado, y no había otro camino para volver a Italia que dar la vuelta completa alrededor del mundo a través de ciudades y puertos de nombres exóticos.
Con el tiempo percibí que esa guerra no tenía nada que ver con "la guerra" de las canciones de los "alpinos" (los soldados italianos) que nos enseñaban en el coro de la Sociedad Italiana a fines de los años ‘70, ni con los monumentos de la ciudad de Trento de las guías turísticas, ni con la guerra de los poemas de Ungaretti: la 1° guerra que estudié en el curso de historia italiana acá en la Dante, y también en la Universidad del Sur, al cursar la materia Historia del Mundo Actual, era la "cuarta guerra de independencia", la conclusión del proceso de unificación territorial iniciado en el Risorgimento, y el factor decisivo de consolidación del estado italiano en el conjunto de los países europeos "modernos".
La de mi abuelo, en cambio, parecía ser una guerra sin "épica", sin héroes, la travesía de miles de hombres, campesinos de lengua italiana de esa región al sur del imperio austríaco -el del emperador Francisco José y Sissi la emperatriz, el Tirol-,  enviados al frente primero como soldados austríacos, que luego, vencidos o desertores, pasan a ser prisioneros de los rusos, y a partir de un cierto momento, devenidos soldados con ciudadanía italiana que cruzan las estepas rusas en el tren Transiberiano hasta Vladivostok. La de mi abuelo no parecía haber sido la misma guerra: en la suya no había ni montañas ni alpinos ni “plumas negras”.[1]
Pero a la vez, el hacer entrevistas a ex-trabajadores ferroviarios en Ferrowhite (museo taller) me permitió conversar con  muchísimos italianos o hijos de italianos de otras regiones que, al contar la historia de sus vidas, también hablaban de la primera guerra. Sus versiones coincidían con aquella versión canónica de los libros y los monumentos en algunos nombres de batallas y militares, pero mucho más coincidían con la historia de mi abuelo por las terribles impresiones que la guerra había dejado en ellos: el miedo, el contacto constante con el peligro la muerte, y los pequeños gestos de astucia que les habían permitido salvarse y volver.
Estos relatos nos llegan de boca de quienes, además, y casi inmediatamente después de la guerra, vivieron otra experiencia determinante: la de la emigración. ¿Cómo pudo haber pesado y pesa esa doble herida, la guerra (con todo lo que implica de alejamiento intempestivo del hogar, la vida en condiciones extremas, la muerte –y no precisamente plácida de amigos, compañeros y enemigos-, el regreso), y la emigración de ultramar (con todo lo que significaba en aquellos años la distancia geográfica, el tener que hablar una lengua extranjera, enfrentarse a un mundo cultural y laboral absolutamente diferente del propio, y la ansiedad por adaptarse primero e integrarse luego)? ¿Cuánto de esta historia se cuela en nuestras actitudes, en nuestro modo de concebir y percibir la realidad, en nuestros miedos y nuestras ambiciones? Sobre esto les propongo pensar en este encuentro. Tal vez, a pesar de haber sucedido hace cien años, y literalmente del otro lado del mundo,  esta también sea parte de la historia de Bahía Blanca, de nuestra historia.
Canción: STELUTIS ALPINIS
Si venís a la montaña, donde me han enterrado, hay un prado lleno de estrellas alpinas que han sido regadas con mi sangre, y debajo de ellas yo descanso en paz. Que cada una de esas flores te haga recordar nuestro amor, dale un beso y apóyala en el corazón así cuando en casa vos estés sola y de corazón reces por mí, mi espíritu flotará en torno tuyo, la estrella y yo estamos contigo, dice la canción.
 Miles y miles de hombres murieron en la guerra (10.500 trentinos, un millón y medio de italianos). Pero muchos también fueron los que no murieron, y de ellos una buena parte emigró y se vino pará acá. Primero volvieron los que estando en Bahía Blanca se habían ido a pelear a Italia, y sobrevivieron. Ya en 1919 encontramos constituida en Bahía Blanca la Asociación de Excombatientes.[2]
A partir de 1923 se intensifica el flujo migratorio y así llegan varios conocidos nuestros que estuvieron en la guerra.[3] ¿Qué encuentran estos inmigrantes al llegar a Bahía Blanca a partir de 1923?
Respecto de la guerra, se encuentran con ruido, mucho bullicio, mucho discurso. Las reseñas de los festejos de la victoria de Vittorio Veneto (la victoria del Reino de Italia sobre los austríacos en noviembre de 1918 y que se festeja todavía hoy, con otro nombre el 4 de noviembre) están llenas de “vivas alusivos, himnos patrióticos”; “frases vibrantes y entusiastas, y aplausos de la concurrencia”. En noviembre de 1928, al disertante en la fiesta se lo elogia por su “verbo galano”, se dice que su discurso fue “un torrente de elocuencia”, “un magnífico canto al valor y al heroísmo” y que finalmente fue recompensado con una “clamorosa ovación”.[4]
Estos que participaban en los festejos eran los italianos que ya estaban en Bahía Blanca, la pequeña burguesía local, consolidada a partir de 1890 y con mayor fuerza entre 1900 y 1910, que constituía el corazón mismo de la Sociedad italiana de Socorros Mutuos “Italia Unita”. Varios de sus fundadores eran hombres que habían peleado junto a Garibaldi y Mazzini, los artífices de la unidad territorial italiana y muchos de sus miembros integraban las varias logias masónicas que en eso años y hasta la década del 30 fueron sumamente activas en la ciudad (logia Nadir, Estrella Polar). Por eso fieles a sus orígenes sus autoridades exaltan en sus discursos los valores de hermandad, democracia, libertad y justicia, orden y progreso, y la historia en la que centran su atención es la gesta del Risorgimento, la victoria sobre el poder temporal de la iglesia el 20 de septiembre de 1870  y de la cual la Gran Guerra vendría a ser el último capítulo. El paradigma narrativo de “unidad nacional” de la sociedad italiana “Italia Unita” encuentra tanto en la retórica que justifica la guerra como en la presencia de estos soldados recién llegados una ratificación que parece indiscutible, y genera un comprensible entusiasmo en quienes de todos modos están festejando a 15.000kms de distancia. En febrero de 1918, ante la inminente huelga ferroviaria de obreros -en su  mayor parte italianos anarquistas o socialistas-,  algunas asociaciones italianas locales dirigen a sus compatriotas ferroviarios un manifiesto en el que dicen que “declararse en huelga hoy es convertirse en aliado del enemigo” (que a esa altura ya no era tanto el imperio austríaco como el nuevo régimen comunista en Rusia). “la huelga significa interrumpir el transporte de cereales destinados a los soldados”, equiparan el coraje de los soldados italianos con la voluntad y la disciplina de los obreros, y finalmente los exhortan a demostrar más sentimiento de patriotismo que de obreros.
Como podemos advertir a través del énfasis de este pedido, quienes llegan a partir de la década del 20 encuentran también una fuerte presencia de socialistas y anarquistas, muchos de ellos empleados como obreros en el puerto y en el ferrocarril. Un caso interesante es el de León Tacchetti que, aunque llegó a Bahía Blanca siendo muy niño en los primeros años del siglo XX, había estado en la guerra en Italia, y a su regreso (que ocurrió apenas terminado el conflicto), desde su puesto de jefe de personal en Talleres Ferroviarios Bahía Blanca Noroeste facilitó (mediante l’atto di chiamata, contrato de trabajo) la llegada de varios de sus compaesanos de Falerone, Monterubiano y otros pueblos de Le Marche (Bucalá, Clementi, Magnani, Tibiletti), muchos de los cuales habían estado en la guerra, y muchos más aún que eran contrarios al fascismo. Así encontramos a fines de la década del 20 grupos muy activos que difunden sus ideas a través de asambleas, reuniones, y publicaciones periódicas.  En el diario anarquista Brazo y Cerebro, por ejemplo, aparece en mayo de 1930 un artículo contra la guerra y la exaltación del militarismo: “Quisiera tener aquí un puñado de ese barro, mezcla de piojos, de orines y de carne tumefacta y sanguinolenta con la cual me he revolcado hasta ayer para arrojarla a vuestra cara y deciros: he aquí un regalo, el único regalo que os traigo del frente de batalla; no merecéis otra cosa”.[5] Sin embargo, el impacto de la represión de las huelgas de 1918 y el progresivo control por parte de las autoridades hizo que esas actividades se volvieran paulatinamente clandestinas.
Si los anarquistas plateaban este antimilitarismo militante, a partir de 1924, los cónsules fascistas, Giorgio Foresti, Cesare Afeltra, Carlo Cimino, y las instituciones fascistas locales: el fascio Giulio Giordani, el dopolavoro Ugo Quintavalle, la Casa dell’Italiano y la Asociación de Excombatientes retoman las consignas patrióticas de cuño liberal de la Sociedad Italiana pero las reformulan completamente. Así, en sus discursos y manifiestos exaltan la victoria sobre los enemigos (a quienes de todos modos nunca mencionan más que de un modo genérico) como manifestación de la “italianidad”, término caro al régimen, para destacar no tanto una cuestión de “ciudadanía” o pertenencia a un Estado sino más bien la pertenencia a una “estirpe”, enraizada en la prestigiosa “latinidad”, un concepto de carácter esencialista y atemporal con el que se pretendía rebatir los prejuicios y estereotipos respecto de los inmigrantes italianos.[6] Por eso dan la bienvenida no solo a varios militares fascistas (Armando Koch o el Capitano Censi), sino que también patrocinan la visita del Dr. Franco Ciarlantini con motivo de la inauguración de la Casa d’Italia, en Avda Colón 94, en pleno centro de Bahía Blanca. ¿El título de su conferencia? “Función histórica de la latinidad”.[7] Este doctor Ciarlantini, que de socialista se había vuelto interventista, había participado en la primera guerra y fue uno de los dos militares que entró en la ciudad de Trento inmediatamente después de la rendición del ejército austríaco, el 3 noviembre de 1918, antes del ingreso triunfal del regio ejército italiano al día siguiente.[8]
Frente a semejantes discursos no había lugar para los que habían vestido el uniforme “del nemico” (aunque ahora tuvieran ahora la ciudadanía italiana también ellos, los trentinos y los triestinos), ni para el relato de vivencias poco heroicas, ni para el horror más extremo de la guerra. Hemos hecho varias entrevistas a italianos procedentes tanto de unas regiones como otras de Italia, y en todos –cualquiera haya sido la parte en la cual combatió el interesado - puede percibirse un contraste fuerte entre aquel vozarrón de las evocaciones públicas y el silencio o -al menos- la reticencia de muchos respecto de estos temas, un contraste más acentuado aún entre la retórica de la Patria y la crudeza de la experiencia vivida:
VIDEO DOMINGO ROSETTI
 
Mi viejo era de la clase 96, a los quince años se fue a la Argentina,  Mi viejo era de la clase 96, a los 15 años se vino a la Argentina, solo con un vecino, y estuvo tres años trabajando acá y después cuando se inició la guerra del 15 empezó la propaganda que quien volvía a Italia tenía el pasaje pagado y que iba a volver a ver a la madre y todas esas cosas así.
Resulta que a los 15 días que estaba ya estaba en los Alpes, en el 8° reggimento alpini y era asistente del maggior Labianca y le dieron un paquete de galleta y la pilcha con la que tenía que ir arriba y después todas municiones, un fusil cada uno, a la montaña.
Pasaba un avión, dejaba una raya de humo y ahí empezaba la artillería, y ellos escondidos detrás de como una baranda de la montaña que había, cuatro días estuvieron así, a la mañana empezaba un bombardeo,  y a la tarde se terminaba, y ellos no podían ni comer porque cuando venia la mula con la sopa de allá abajo -porque viste la comida se la mandaban con la mula- y empezaba el tiroteo y no podían subir.
Y una mañana dice que vino el avión, dejó la raya de humo, la señal, y empezó la artillería, y después de media hora más o menos se paró de golpe y al ratito, se sintió que venía un tipo gritando: "maggiore Labianca, il mio battaglione é distrutto, si salvi chi puó", era otro oficial del otro batallón, que le habían matado todos; y el mayor de ellos era el mayor Labianca, les dice: "Ragazzi,  baionetta in canna, preparar todo para defenderse", dice, subió una nube, los tapó a todos, dijo: "ragazzi chi si puó salvare, si salvi" y empezaron a correr, corrió dos días para atrás, la montaña bajando, ahí se salvo la primera vez. Una mano le quedó imperfecta, después con un dedo estuvo herido. Cuando volvió a Italia en el sesenta y pico, resulta que fue a reclamar una pensión, y le dijeron que él había firmado un papel donde  donaba su vida a la patria, tenía una bronca inmensa, te podés imaginar porque varias veces volvió a su lugar de combate aunque estaba herido, y sin embargo, cuando todo el mundo se jubilaba,  él fue a buscar la jubilación, no se la dieron porque había firmado un papel, que daba su sangre a la patria.
Probablemente en la intimidad del hogar aparecían detalles como estos. O nada, el silencio pertinaz de quien no quiere pensar más en eso, sólo el deseo de no haber vivido la guerra, de evadirse de los recuerdos dolorosos, de volar, como si fuera una golondrina:
Canción GRAN DIO DEL CIELO
Gran Dio del cielo, se fossi una rondinella, vorrei volare in braccio alla mia bella. Prendi la secchia, e vattene alla fontana, la c’é il tuo amore che alla fontana aspetta Prendi il fucile, e vattene alla frontera, la c’é il nemico che alla frontera aspetta.

Ahí está la frontera, ahí está el enemigo. La frontera es esa línea fatal que pone los cuerpos y las armas frente a frente y que vuelve tan difícil mirar hacia el otro lado. El lado de la frontera del que habla esta canción es el de la guerra del general Cadorna, del Altipiano di Asiago, de Caporetto, de las trincheras excavadas en la montaña, de los soldados del ejército del Reino de Italia, los “alpinos” (los del capello con la penna nera), el lado de la frontera sobre el que nos contaba antes Domingo Rosetti, y nos cuenta respecto de su padre, Asperio Clementi:
Video ASPERIO CLEMENTI Los del 97


Mi padre es de la clase 1897, cuando empezó la guerra del 14 mi papa tenía 17 años en aquel entonces los soldados eran de 20 para adelante; él no pensaba ir a la guerra todavía, entonces qué pasaba venían los austriacos avanzando, avanzando, Italia se agitaba que tenía "un milione di baionette", qué pasa aparecieron las ametralladoras, los soldados de infantería iban avanzado a pie nudo, y la ametralladora los limpiaba como mosquitos, el general Cadorna que era el superior de Italia en la guerra del 14 tuvo que mandar a llamar las tropas de 17 años, y entonces la gente decía: "Il generale Cadorna ha fatto la sua cacata ha chiamato il 97 che ancora piscia al letto", terribles las decisiones.

La canción decía La c´é il nemico che alla frontera aspetta ¿Quién era el enemigo, quiénes estaban del otro lado de la frontera? Los trentinos y triestinos enrolados en el ejército austríaco. El actual territorio del Trentino y lo que hoy se denomina Venezia Giulia formaban parte del imperio austríaco al momento de declararse la guerra, y por eso en 1914, los hombres de entre 21 y 42 años (al año siguiente la llamada alcanzó incluso a los de 17 años) fueron reclutados e incorporados a las filas imperiales como Kaiserjaeger, Kaiserschutzen, Standeschutzen y Landeschutzen, recibieron entrenamiento militar en ciudades como Innsbruk o Beneschau y fueron enviados a partir de agosto de 1914 a miles de kilómetros de distancia al frente ruso en la zona de Galizia entre Polonia y Ucrania. Después de varias jornadas en tren y a pie,  llegan a la línea de fuego: muchos mueren, y muchos otros (derrotados o desertores) quedan en manos de los rusos como prisioneros; y ya en territorio ruso, son dispersados por todo el territorio del imperio y enviados a trabajar en los campos, en las minas, en los talleres para sustituir a los hombres que estaban en el frente de batalla. Mi abuelo por ejemplo trabajó en una mina de carbón en Odessa (en condiciones terribles, pero con una mínima retribución económica, de acuerdo a los tratados internacionales referidos a prisioneros de guerra). Después de la revolución que depone al zar de Rusia en 1917, estos prisioneros – en particular los de lengua italiana, muchos de ellos “irredentistas” -es decir contrarios al régimen de los Habsburgo, “filo italianos”- gracias a la acción de la Misión Militar Italiana interesada en incorporarlos al ejército italiano,  son concentrados en el campo de Kirsenov, cerca de Moscú, ahí se les confiere la ciudadanía italiana, y  a partir de agosto de 1916 inician el regreso a Italia, en principio dos grupos que, por el mar del Norte, y cruzando el canal de la Mancha, entran por Francia y llegan a Turín en tren donde son recibidos como héroes. Pero para los ex prisioneros que todavía están en Rusia y siguen confluyendo a Kirsenov esa ruta e vuelve imposible ya que el mar se congela en invierno. El Mayor Manera organiza la increíble huida de 4000 hombres hacia el extremo confín del Asia en Oriente haciéndolos subir de 100 o 200 por vez en el tren que a lo largo de 9000 kms, atravesaba toda la estepa rusa hasta el Pacífico dos veces por semana, el Transiberiano, hasta Vladivostok, la última ciudad rusa sobre el  Pacífico. Una vez reunido todo el contingente, hacen otros 2000 kms. en tren hacia Tien-Tsin (posesión colonial italiana en China), y así, algunos, en dos viajes después de muchas peripecias lograron llegar a Italia, a través de Estados Unidos (es decir, ¡completaron una vuelta completa alrededor del mundo!). Otros, ya sea porque se enrolaron como “voluntarios” del ejército italiano en el Corpo Spedizione Militare Estremo oriente, formado I battaglioni neri, o porque no aceptaron la ciudadanía italiana y permanecieron como prisioneros austriacos hasta el final de la guerra, recién pudieron volver a Italia, a sus casas n 1919 y 1920.[9] A muchos los creían muertos como le pasó a José Toscana (de San Michele all’Adige): en el frente de batalla en Galizia, lo habían herido en la rodilla con una bala y como tenía el pantalón todo mojado por la sangre, se puso el pantalón de un soldado muerto y le puso al cadáver el suyo sucio. De acuerdo al número que tenia la prenda, lo anotaron en la lista de los caídos, de modo que hasta que no volvió de Rusia en diciembre de 1920, todos en su familia lo daban ya por muerto. Cinco años duró también la guerra del padre de Adalgisa Mezzorana, de Gorizia:



Yo tenía cuatro meses, ¿no? Mi hermana  tres años y medio, entonces se lo llevaron y no volvió en cinco años, y mi mamá sin noticias, cinco años sin noticias, se fue a Rusia, a Japón, a China, qué se yo por dónde lo llevaron. Ellos iban entre la nieve tenían que ir para escaparse. Cuando hace mucho frio la nariz, lo que está saliendo, es lo primero que se hiela vos hacés así se quiebra y no sale nada de sangre, momentáneamente, pero si después entra un poco en calor sí se desangran por ahí, entonces en eso tenian que tener cuidado, si le tiraban, le tocaban acá, así, se quebraba.
El llegó a mediodía, y entonces todas las mujeres esperaban si volvía el marido o no, porque muchos mueren en la guerra, todas corrieron hasta la puerta de calle, era un patio grand, entonces todas corrieron y me dejaron solita, mi mamá dice: - es tu papá, es tu papá. Y yo ni sabía, para mí como si nada, ¿viste?
A partir de 1915 y con mayor intensidad después de la revolución bolchevique que lleva a la firma del tratado de Brest-Litovsk y el cese del fuego en el frente ruso en 1917, muchos soldados trentinos son enviados al frente alpino a pelear contra los soldados del regio ejército italiano, (entre los cuales –no hay que olvidarlo- había casi mil voluntarios trentinos). Romedio Nicolussi (trentino de Pergine) es uno de esos soldados trentinos que es enviado a Fiume, donde permanece hasta  el fin de la guerra, como nos cuenta su hijo Marcelo:
VIDEO MARCELO NICOLUSSI: Romedio
 

El era soldado austríaco, en aquel entonces la zona era Austria, como se dice, no era muy heroico mi papá, cuando se enteró que lo iban a mandar al frente –me comentó- que se pegó un tiro en el pie para que lo llevaran al hospital en lugar de mandarlo al frente. Trabajaba en la cocina, cocinero, no es que sepa mucho porque mi papá mucho no comentaba esas cosas de la guerra. Contaba que le gustaba más estar bajo Austria que bajo Italia, así que, digamos, hubiera preferido ser austríaco y no italiano, pero son cosas de la vida…
La situación para los trentinos era muy compleja, porque eran el “enemigo”, “austríacos”, para los italianos; sí, súbditos austríacos, pero de segunda, ya que para los austríacos resultaban demasiado italianos Esto afectó no solamente a los soldados, que sufrían discriminación y humillaciones dentro del ejército austriaco, sino también a la población civil. Por eso, cuando el reino de Italia interviene en la guerra, en mayo de 1915, en tanto súbditos y por su propia seguridad, los habitantes de los valles situados en la línea de fuego son evacuados viéndose obligados a dejar sus casas (que encontrarán completamente destruidas a su regreso) hacia el interior del imperio austríaco. Mujeres niños y ancianos permanecen al menos durante tres años, en el mejor de los casos en diversas ciudades o localidades de Bohemia y Polonia, en campos de refugiados la mayor parte, y en campos de “internados” los presos políticos y sospechosos de irredentismo: le citta di legno, Katzenau, Mirttendorf. Hemos conocido las historias de Fortunata Bazzanella con su mamá y su abuela, la de Emilia Pallaoro (la madre de la hermana Elvira Zamboni). En los campos de refugiados, a Caterina Pola y a sus niños Dalceggio les daban como único alimento un tazón de harina de maíz para hacer polenta. Como no les alcanzaba ella no comía, y les decía a sus hijos que no tenía hambre. En los pueblos que no fueron evacuados, mujeres y niños fueron afectados al servicio militar: cargar piedras, mantener caminos, palear nieve. Estas fueron las experiencias singulares de mujeres, niños, ancianos y adolescentes trentinos durante la guerra, mientras sus maridos o padres estaban en el frente, o en Rusia, prisioneros:
SIAM PRIGIONIERI:

Siam prigionieri,
siam prigionieri di guèra
siam su l'ingrata tèra
siam su l'ngrato suolo Siberian.

Ma quando, ma quando
la pace si farà.

Chiusi in baraca
sul duro lèto di legno,
fuori tompèsta di fredo,
fuori tompèsta di fredo,
e noi cantiamo ancor.

Ma quando, ma quando
la pace si farà

Siam prigionieri
siam prigionieri di guèra
tuti senza ghevèra,
tuti senza ghevèra,
nel suolo Siberian.

Ma quando, ma quando
la pace si farà

ritorneremo contenti,
dove la mamma sta.


Esta es una de esas canciones de quienes vivieron la guerra con uniforme austríaco, y que recién en estos últimos años han sido recuperadas. A partir de los años 20, tanto las viejas canciones del folklore épico-lirico septentrional, como los cantos del nuevo folklore de guerra reproducen el imaginario y los tópicos de la guerra de los “alpinos”. Sin embargo, así como la “gran guerra” tuvo sus himnos patrióticos (que por acá al menos ya nadie canta: La legenda del piave, L’inno degli sciatori), las canciones que se han consolidado en el repertorio de los coros son estas que todos ustedes conocen: Gran Dio del cielo, il testamento del capitano, sul capello, tapum, sul ponte di Bassano, Bombardano Cortina, etc.  que aluden más bien a una memoria doliente y antiheroica: las novias, la fuente, el humo. Incluso la canción patriótica que servía en otras épocas para exaltar el patriotismo, ahora en 2014, y en la voz de la hija un hombre Orfeo Rosetti, que estuvo en la guerra se reformula profundamente:
 VIDEO BRUNA ROSETTI.
Vino un amigo de un vecino de mi nonna, este amigo le dijo a la nonna si ya que tiene tantos hijos dame el mayor que yo me lo llevo a ver la Argentina, a conocer la Argentina, a Rosario. Estuvo mi papá desde los 16 años hasta diciannove, que cuando vino habia empezado la guerra del 14, empezó a decir que estaban los pasajes rotos, que no se pasaba más, entonces no, dice, yo quiero ir con mi mamá, y se vino para acá [para allá, para Italia], y cuando vino nonna contenta, pero después, ya después lo llevó la guerra, al fronte, e hizo toda la guerra, después a lo último quedó inválido de una mano, una pallottola, y ahi estuvo en el hospital, y ahi ya despues no sé más lo que pasó, si terminó la guerra, no lo sé, pero esa era muy pericolosa la guerra del 14, porque morían todos los soldados, no es como la última guerra que morimos todos los ... rompieron Roma que quedó el Vaticano parado, roto todo, no había un camión, un tren, no caminaba más nada, la del 40.
La otra, cuando a los soldados los hacían pasar en una pasarela, del Piave, le sacó la canción, también, dice: Piave mormoró, non passa mas straniero, perché mentre passava lo mitragliava, caían y corría sangre, en el Piave. Esa fue la guerra del 14.

Ella no vio, no vivió esto, y lo que cuenta es improbable, pero a través de sus palabras, el Piave de la canción patriótica se vuelve un río de sangre en la memoria. ¿y el contacto con la muerte y el peligro? De esto nos habla Libero Bucala sobre su padre Venanzio:
Video LIBERO BUCALA
 ...  acá en casa se caía algo y ehh, reaccionaba de esta manera porque vaya a saber en la guerra debe haber pasado muchas cosas, por ejemplo una vez, creo que fue en una  montana, había un herido, resulta que pedía ayuda para que lo llevaran afuera, trataban de ir a buscarlo, pero cuando salía de la cueva donde estaba para llevarlo, ahí empezaban a tirar, entonces se tenía que esconder ...  ese hombre tuvo la mala suerte que un cañonazo rompió una roca de ahí arriba de donde estaba, la roca empezó a caer y lo aplastó y ellos lo vieron eso. Después por ejemplo, uno que estaba hablando le atravesó la carretilla le pasó de lado a lado no le rompió los dientes ni nada, estaba hablando, entró de un lado y salió del otro la bala, eso sabía contar…


La inminencia del peligro provoca un estado de alerta constante. El cuerpo humano es frágil, pequeño, vulnerable, puede quedar rápidamente desfigurado. Y el ver, el ver el horror también lastima profundamente. ¿Qué queda impreso en los ojos y en la memoria de una mujer? En Le Marche previendo la llegada de prisioneros de guerra austriacos se construye un campo y para esa tarea son reclutadas algunas mujeres. Esto nos cuenta Asperio de su madre:
VIDEO: ASPERIO la luna llena



Mi madre nació en el 1900 como Tachetti que era vecino, estaban haciendo un campamento de prisioneros, si después fue utilizado  no sé, estaban en Falerone tenían que ir a un rio, al lecho de un ´rio ajuntar canto rodado y arena, quedaba a cinco o seis kilómetros de donde lo estaban haciendo. Las chicas, porque los viejos eran jovencitas, 14, 15 años, las ocupaban para ir hasta el arroyo agarraban balde, los llevaban sobre la cabeza cargando canto rodado y lo llevaban hasta el lugar del campo de prisioneros, qué pasa, son cuatro o cinco kilómetros, se juntaban las chicas entre ellas, y les pagaban 50 centavos, no les alcanzaba para comprar una galleta, tal es así que se juntaban cuatro o cinco chicas a la luz de la luna, para no tener miedo, ir juntas. Una noche mi madre se despertó  y vio claridad: caray, me he dormido, se viste, sale corriendo hasta los 5 o 6 kilómetros, hasta el campamento, cuando llega allá, resulta que era la luna nueva, eran las dos o tres de la mañana, qué va a ser…
Y hacia el final de la guerra otra ola de muerte, la peste asolo no solamente a Italia sino a toda Europa:
VIDEO ADALGISA Y BRUNA: la peste spagnola
 

BRUNA: Terminó la guerra, había una epidemia de gripe, como la llaman acá, si chiama la febbre spagnola y encontraba, puede ser que el soldado venía pero en la familia eran todos muertos, no había cura, no había remedio.
ADALGISA: se juntan, hay epidemia, porque no tenés suficiente comida, no tenés medicamentos adecuados, y contagiosa, era una enfermedad contagiosa. Pasaban y decían:
- ¿hay enfermos?       y mi mamá decía: 
 -No, no, están todos bien.  
Ellos no entraban, porque si entraban veían quién estaba. Ellos no entraban, era una cosa de todos los días no podían y algunos decían: si. Se los llevaban y no volvían, morían en el hospital, para cortar el contagio porque si ellos no hacían eso el contagio que tenía era para todos. Que si ellos entraban y veían que había enfermos los ponían a todos presos. Pero no entraban porque no tenían tiempo, todos los días:
-¿hay enfermos?
-  no no, estamos todos bien. 
Estuvimos mal, mi abuelo y yo, y nos curaron con remedios caseros, escondidos en casa, hasta que nos pusimos bien. 

Hay quienes dicen que la cantidad de muertos por la peste fue superior a la cantidad de muertos en los campos de batalla). Bueno, pero no a todos los atacó la peste. Muchas mujeres esperaron ansiosamente a sus maridos y se reencontraron con ellos. Cuando fui a entrevistar a Libero Bucalá,  después de haber hablado de la guerra, y luego, a lo largo la mayor parte de la entrevista, acerca de su vida como maquinista en el ferrocarril, al final le pregunto qué canciones cantaba su madre, y así me contesta:
VIDEO BUCALA: la canción de Giulietta

Se llamaba Giulietta, esa es la que cantaba siempre, la cosa era más o menos así: una chica que andaba de novio con uno y a este muchacho le toco ir al servicio militar, entonces cuando termino la guerra que volvieron, esta chica le pregunta a un joven que venía de regreso de la guerra si había visto al novio: dimmi bel giovine di che colore devo vestire. El muchacho le contestó: "devi vestire di nero perché il tuo fidanzato é morto su al battaglion". Entonces Giulietta cascó in terra piena di lacrime. Entonces el muchacho le dice: su, su Giulietta, che sono io il tuo primo amore. Me hace caer lagrimas, dice "son io, il tuo primo amore". Entonces Giulietta si levo in piedi e tre baci gli donó.
Era pibe, yo cuando sentía cantar eso…

Acá en esta canción hubo tres besos. Hay otras canciones muy conocidas, que también hablan del regreso del soldado y de cómo su novia lo ha de reconfortar después de tantas penurias:
DOVE SEI STATO MIO BELL’ ALPINO 
Dove sei stato mio bell'alpino
dove sei stato mio bell'alpino
dove sei stato mio bell'alpino
che ti à cambià colore.

L'è stata l'aria de lo Trentino
che mi à cambià colore.

L'è stata l'aria de l'Ortigana
che mi à cambià colore.

L'è stato il fumo della mitraglia
che mi à cambià colore.

Sul monte Nero c'è una tormenta
che mi à cambià colore.
Ma i tuoi colori ritorneranno
questa sera a fare l'amore.

 
De las cosas terribles llega un momento que es mejor dejar de hablar, y es necesario que sea así, para poder seguir viviendo, pero ya sabemos que eso que queda acallado, en algún lado sigue dando vueltas. Uno se pregunta por qué algunos han contado su historia mil veces y otros no han contado (casi) nada o han contado muchas veces ciertas cosas y otras se las han llevado consigo. Lo que no se dice se transmite de padres a hijos y de estos a los nietos, muchas veces –la mayor parte- de modo no explícito, no verbal. Esos secretos, esos mandatos, esos “mitos” anidan en algún rincón, permanecen en el bajo fondo de la vida de la familia e influyen en las decisiones, en las elecciones y en nuestras actitudes ante la vida. ¿Cuáles pueden ser algunas de esas cosas que siguen actuando, a pesar del silencio, o de la dificultad de expresarlas con palabras?  ¿un miedo, un miedo profundo? ¿La necesidad de acumular y de no tirar nada? ¿Un malestar que en algunos casos puede haber conducido a un cierto estado de sorda violencia en la vida cotidiana? ¿O un irremontable escepticismo?
Aquello de lo que no se habla, lo que no se cuenta o se mantiene en secreto (o llega a quedar, incluso, borrado de la conciencia) permanece ahí, sin embargo, como un agujero negro dentro de la historia personal y familiar, algo que absorbe una enorme energía emocional y vital.
Además del horror, ¿qué otras cosas son las que no se cuentan? Se suele ejercer una  Damnatio memoriae con todo aquello que no encaja que desentona con el relato oficial, se suele guardar silencio con respecto a todo aquello que no es heroico. El autolesionismo, por ejemplo, recién oíamos a Nicolussi; tal vez a Battaia Luigi le sucedió algo semejante. La retórica patriótica también lastima, hiere. Todos deberíamos haber sido héroes, pero la realidad no es así. Pareciera que la única narrativa posible fuera la epopeya. Tanto para la guerra como para la emigración.
Hay una operación retórica que edulcora los motivos de la partida (ilusiones, esperanzas de progreso, como si emigrar fuera una acción en respuesta a un “espíritu de progreso”, a un carácter emprendedor individual). El riesgo de tratar el fenómeno migratorio a un nivel general es el de aplanar, allanar, y desconocer las características específicas de cada momento. En este caso, y como estamos hablando de la primera guerra, tal vez convenga historizar las causas.
Concretamente después de la Primera Guerra de inmediato se pusieron en marcha aventuras militares en África que hacían prever  nuevas guerras en el horizonte más inmediato, (casi como una frase hecha es frecuente escuchar: “se vino por temor a otra guerra”), la discriminación y la persecución contra los antifascistas no fue un chiste (hemos escuchado varias historias de palizas propinadas por escuadristas, o de “degustaciones” de aceite de ricino). Y para todos por igual una crisis económica que los eyecta literalmente hacia el otro lado del océano: En noviembre de 1924 Barberina dice: “qui le miserie si fanno sempre di piu e le person con un po di sentimento prevedono un triste avvenire”; en agosto de 1927 Luigi Battaia escribe: “le novita di qui si fa sempre piu seria tutti sono  pieni di debiti e cercano di fugire per l’America in cerca di terre migliori, il 20/9 parte circa 11 o 12 persone per l’america perche qua non sanno piu come fare”; Giuseppe escribe en noviembre: “poco si puó aquistare perche soldi non ce ne piu in queti paesi la va sempre al pegio e la miseria la trionfa in tutte le famiglie e se la continua cosí come pur tropo continuera le nostre vallate diventa spelonche”; y en marzo de 1928: “per incirca le novitá di questi paesi corono voci di prosima guera ma io non credo perché ci sono in questi paesi tropa miseria che la gente vano tutti per la Merica che denaro non ce ne piu tutti i giorni i ne dimanda denaro che sono una crissi straordinaria”.
Y en particular, los trentinos, los sobrevivientes de la guerra, los que regresan del interior del imperio  al emigrar son doblemente EX, ex soldados, ex súbditos de un ex imperio - ex austríacos, porque a partir de 1919 tienen que adoptar la ciudadanía italiana, ya los jóvenes clase 1900 hacen el servicio militar con el uniforme de los alpinos (vean por ejemplo las fotografías de Vigilio Battaia o de Emmanuele Hueller en el archivo del Circulo Trentino de Bahía Blanca)-, y a pesar de eso, ex enemigos, ex sospechosos -incluso los irredentistas, que por lo que hemos estado comprobando a lo largo de varias entrevistas no eran pocos por acá-. Su versión de la guerra queda absolutamente condenada al silencio, por decreto allá en Italia, y por elementales razones de supervivencia y de esperanza de ascenso social, también acá en Bahía Blanca, como ya hemos visto. El hecho de que yo haya enseñado italiano acá en la Asociación Dante Alighieri durante 25 años, o que Francisco Nardelli forme parte del Consiglio Generale degli Italiani all’Estero es una muestra y tal vez el resultado del inmenso esfuerzo que optaron hacer algunos de esos trentinos a través de sus hijos y de nosotros, incluso, sus nietos, para sobreponerse a esa condición.
A la experiencia de la guerra se suma entonces la de la emigración que (salvando las distancias) es también una experiencia traumática de pérdida, tanto de la propia lengua como de las costumbres, lazos familiares, paisajes y tradiciones.
Esta revisión de la historia de nuestras familias, de nuestra ciudad, de la tierra de la que vinieron nuestros abuelos no surge solamente del placer (y que no es poco) que produce el visitar ese “país extraño” que es el pasado. La necesidad de ellos (los abuelos inmigrantes) fue la de borrar lo antiguo, borrar la historia, borrar el vínculo efectivo con aquel mundo y aquel pasado doloroso, concretamente la Italia de los años de la guerra, la asoladora crisis económica o la persecución política, ya sea a través de la inacción, la tristeza o la depresión, o mediante una actividad frenética (laburador) para hacer lo más rápido posible una posición económica, tratar de realizar en los hijos el sueño, el deseo de integrarse y asimilarse, de volverse a través de ellos, de los hijos, lo más argentinos posible, sin mirar para atrás: por eso no cuentan casi nada sobre la guerra, no le enseñan la lengua a sus hijos, propician matrimonios mixtos, mandan a sus hijos a la universidad (ingenieros, abogados, profesores).
De ahí entonces que los nietos o bisnietos nos empeñemos en reconstruir estas historias y en tratar de comprender mejor en qué contexto se dieron esos hechos. Necesitamos acercarnos a puntos de vista que pongan en primer plano la radical transformación de las subjetividades y de las relaciones interpersonales causada por el carácter extremo e inusitado de las experiencias vividas, del dolor y fundamentalmente de la degradación de la dignidad de los seres humanos a los que llevó la guerra, cualquiera haya sido la bandera, nacionalidad  o posición de quienes la padecieron. Somos la tercera generación, la que puede ahora reconocer esos “agujeros negros”, esas heridas, no para repararlas engañosamente sino para aceptarlas y tratar de comprender quiénes somos y por qué estamos donde estamos.


[1] En alusión a la famosa canción de los alpinos: Sul capello, sul capello che noi portiamo c’é una lunga, c’é una lunga penna nera… e viva, viva il regimento degli alpin, oilalá.
[2] La Nueva Provincia, 4 de noviembre de 1919. Integrada por Angel Alzetta, Mario Bartucci, el doctor Ernesto Bianco, Giovanni Battista Buffolo, Mario Leoni, Vicente Lomartire, Antonio Misani, José Pepe, Edgardo Salvarezza, Cesar Trinchieri, Ernesto Venturelli, Luis Zanni, y varios nombres más que no se alcanzan a leer.
[3] Trentinos, Camilo y Agustín Ferrari, José Toscana, Germano De Bortoli, Fortunata Bazzanella, Dalceggio, Francesco Mezzorana, Livio Tomaselli y más tarde Emilia Pallaoro, Romedio Nicolussi, , y también Rufino Clementi, Venanzio Bucala, Luis Tibiletti, Gino Fogliazza, Iozzo, Orfeo Rosetti, Juan Ferrari, Sebastián Carozzi.
[4]  La Nueva Provincia, 5 de noviembre de 1928.
[5] Brazo y Cerebro, febrero de 1930.
[6] Pretelli, Matteo, “La risposta del fascismo agli stereotipi degli italiani all’estero”, Altreitalie, 28, gennaio-giugno 2004, 48-65.
[7] El Siglo, 9 de octubre de 1927.
[8] Lecco, Elisabetta, “Ciarlantini Francesco”, Dizionario Biografico degli ItalianiEnciclopedia Treccani, Volume 25 (1981).
[9] ANTONELLI, Quinto, I dimenticati della grande guerra. La memoria dei combattenti trentini (1914-1920), Trento, 2008.

miércoles, 20 de abril de 2016

¿Parigin, Parigini, Parisi?

Del Tirolo, de Trento, pintor, de 29 años, se asocia a la Sociedad Italiana XX Septiembre de Bahía Blanca en abril de 1892.
¿Pero cual es su apellido? En el índice Nati in Trentino no hay nadie con ninguno de estos apellidos...
Misterio.

jueves, 24 de marzo de 2016

Una luz en la oscuridad: un dato más sobre Juan De Manincor y Santina Pasoli

En el post en el que nos preguntábamos quién habría sido Juan De Manincor acabo de encontrar un comentario anónimo que dice así:

Juan De Manincor fallecio en 1971 en Bahía Blanca, su esposa Santina Pasoli falleció en 1973, sus hijos fueronCarmen y Tulio.  Juan y Santina fueron personas muy queridas por todos.


¡Gracias!

lunes, 8 de febrero de 2016

Los padre de los hermanos Battaia



                                LUIGI    BATTAIA                    +                          ELISA ALBERTI
                                          9-5-1877
                                                         
                                                                                                                                                                                                
                          VIGILIO CONSTANTINO 
                         8-6-1902    25-1-1975

                EMMA ALOISIA
                     22-5-1906    11-10-1965
                                                 
         GIUSEPPINA
      2-6-1908

  AMELIA
                                 13-2-1910   ABRIL DE 1970

  ABRAMO
                                 20-5-1913     ABRIL DE 1998
                                             
ERINO
                6-3-1920        1986