- Piernas tenemos, no raíces; lo que somos no está en la sangre sino en la historia vivida y las experiencias compartidas
- L immigrazione trentina a Bahia Blanca
- Inmigrantes del Imperio Austríaco en Bahía Blanca e Ingeniero White (1880-1914)
- Italianos en Argentina y en particular, en Bahía Blanca.
- BIBLIOGRAFIA
- Italianos en Bahía Blanca
- Inmigración italiana en Bahía Blanca - Artículos y textos publicados
- Historia del Trentino (para tratar de comprender c...
domingo, 16 de octubre de 2016
María Bertotti
Hoy falleció María Bertotti (Povo, 1923). Con ella hemos cantado, y hemos conversado extensa e intensamente. Este recuerdo, lleno de afecto, para ella:
María
- “Ya ni me acuerdo
cómo conocí a Rodolfo:
te digo una cosa,
que el próximo golpe
no me acuerdo
que me llamo María,
si tengo golpes encima,
26
estoy
toda remendada
por todos lados
como pantalón de linyera,
tuve un accidente me sacaron
todas las muelas
y al año y medio
me mordió un perro, mirá,
tengo
doce puntos en este
brazo seis acá
y acá casi
me sacan el estómago
...
y la vez pasada me caí,
pero gracias a Dios,
recién lavé las tazas
este brazo
lo tuve enyesado, esta mano
no la puedo mover, pero
no se me caen los anillos;
cuando tuve el accidente
el anillo,
no se me cayó, me lo sacaron
cuando me operaron; lo que sí
me rompieron los aros, el reloj,
todo,
un desastre,
los lentes,
los dientes...
La hija el otro día me dice:
‘en el Pami te ponen... ’, no,
dejame de dientes, nena ...
Mejor me voy
a fumar un cigarro”.
(Entrevista: Ana Miravalles, 2003. Publicado en Arte Cisoria,Bahía Blanca, Editorial Vox, 2013)
martes, 20 de septiembre de 2016
Heridos de guerra: la 1° guerra de los inmigrantes italianos llegados a Bahía Blanca después de los años '20
ANA
CECILIA MIRAVALLES
HERIDOS DE GUERRA: La primera guerra de los
inmigrantes italianos llegados a Bahía Blanca a partir de la década del 20
A partir de 1923 llegaron a Bahía Blanca miles de inmigrantes italianos,
pero aunque traían todos el mismo pasaporte, el del Regno d’italia, muchos de ellos vivieron la primera guerra
mundial-entre 1914 y 1919 de muy diferentes modos. Lo primero que oí en mi vida
acerca de esta guerra tenía que ver con mis abuelos Camilo y Emma, trentinos,
que “habían pasado la guerra”. Porque había “pasado la guerra”, se entendía el
porqué de la cocina austera, el ahorro y a la vez, la compulsión a acumular
comida "por las dudas", y a no tirar nada, nada, nada. Él me contaba un
largo viaje alrededor del mundo, largas marchas a pie, un período como
prisionero en Rusia, y se justificaba por el hecho de haber “pasado la guerra”,
su carácter reservado, la costumbre comerse hasta el último bocado servido en
el plato, no demostrar ni demasiada alegría ni demasiada tristeza por nada, y dormir
“con un ojo cerrado y el otro abierto”. Cuando yo -adolescente- le preguntaba,
me contaba solamente anécdotas individuales, sin referencia a ningún proceso
más amplio, ni a explicaciones generales sobre las causas de lo que le había
tocado vivir. Para mí (y él no aportaba nada para que no tuviera esa impresión)
su guerra había sido un largo viaje, una aventura penosa a través de Rusia,
pero cuya razón parecía ser solamente que el Mar del Norte se había congelado,
y no había otro camino para volver a Italia que dar la vuelta completa
alrededor del mundo a través de ciudades y puertos de nombres exóticos.
Con el tiempo percibí que esa guerra no tenía nada que ver con "la
guerra" de las canciones de los "alpinos" (los soldados
italianos) que nos enseñaban en el coro de la Sociedad Italiana a fines de los
años ‘70, ni con los monumentos de la ciudad de Trento de las guías turísticas,
ni con la guerra de los poemas de Ungaretti: la 1° guerra que estudié en el
curso de historia italiana acá en la Dante, y también en la Universidad del Sur,
al cursar la materia Historia del Mundo Actual, era la "cuarta guerra de
independencia", la conclusión del proceso de unificación territorial
iniciado en el Risorgimento, y el factor
decisivo de consolidación del estado italiano en el conjunto de los países
europeos "modernos".
La de mi abuelo, en cambio, parecía ser una guerra sin "épica",
sin héroes, la travesía de miles de hombres, campesinos de lengua italiana de
esa región al sur del imperio austríaco -el del emperador Francisco José y
Sissi la emperatriz, el Tirol-, enviados
al frente primero como soldados austríacos, que luego, vencidos o desertores,
pasan a ser prisioneros de los rusos, y a partir de un cierto momento, devenidos
soldados con ciudadanía italiana que cruzan las estepas rusas en el tren Transiberiano
hasta Vladivostok. La de mi abuelo no parecía haber sido la misma guerra: en la
suya no había ni montañas ni alpinos ni “plumas negras”.[1]
Pero a la vez, el hacer entrevistas a ex-trabajadores ferroviarios en
Ferrowhite (museo taller) me permitió conversar con muchísimos italianos o hijos de italianos de
otras regiones que, al contar la historia de sus vidas, también hablaban de la
primera guerra. Sus versiones coincidían con aquella versión canónica de los
libros y los monumentos en algunos nombres de batallas y militares, pero mucho
más coincidían con la historia de mi abuelo por las terribles impresiones que la
guerra había dejado en ellos: el miedo, el contacto constante con el peligro la
muerte, y los pequeños gestos de astucia que les habían permitido salvarse y
volver.
Estos relatos nos llegan de boca de quienes, además, y casi
inmediatamente después de la guerra, vivieron otra experiencia determinante: la
de la emigración. ¿Cómo pudo haber pesado y pesa esa doble herida, la guerra
(con todo lo que implica de alejamiento intempestivo del hogar, la vida en
condiciones extremas, la muerte –y no precisamente plácida de amigos,
compañeros y enemigos-, el regreso), y la emigración de ultramar (con todo lo
que significaba en aquellos años la distancia geográfica, el tener que hablar
una lengua extranjera, enfrentarse a un mundo cultural y laboral absolutamente
diferente del propio, y la ansiedad por adaptarse primero e integrarse luego)? ¿Cuánto
de esta historia se cuela en nuestras actitudes, en nuestro modo de concebir y
percibir la realidad, en nuestros miedos y nuestras ambiciones? Sobre esto les
propongo pensar en este encuentro. Tal vez, a pesar de haber sucedido hace cien
años, y literalmente del otro lado del mundo,
esta también sea parte de la historia de Bahía Blanca, de nuestra
historia.
Canción: STELUTIS
ALPINIS
Si venís a la montaña, donde me han
enterrado, hay un prado lleno de estrellas alpinas que han sido regadas con mi
sangre, y debajo de ellas yo descanso en paz. Que cada una de esas flores te
haga recordar nuestro amor, dale un beso y apóyala en el corazón así cuando en
casa vos estés sola y de corazón reces por mí, mi espíritu flotará en torno
tuyo, la estrella y yo estamos contigo, dice la canción.
Miles y miles de hombres murieron en la guerra
(10.500 trentinos, un millón y medio de italianos). Pero muchos también fueron
los que no murieron, y de ellos una buena parte emigró y se vino pará acá. Primero
volvieron los que estando en Bahía Blanca se habían ido a pelear a Italia, y
sobrevivieron. Ya en 1919 encontramos constituida en Bahía Blanca la Asociación
de Excombatientes.[2]
A partir de 1923 se intensifica el flujo migratorio y así llegan varios
conocidos nuestros que estuvieron en la guerra.[3]
¿Qué encuentran estos inmigrantes al llegar a Bahía Blanca a partir de 1923?
Respecto de la guerra, se encuentran con ruido, mucho bullicio, mucho
discurso. Las reseñas de los festejos de la victoria de Vittorio Veneto (la
victoria del Reino de Italia sobre los austríacos en noviembre de 1918 y que se
festeja todavía hoy, con otro nombre el 4 de noviembre) están llenas de “vivas
alusivos, himnos patrióticos”; “frases vibrantes y entusiastas, y aplausos de
la concurrencia”. En noviembre de 1928, al disertante en la fiesta se lo elogia
por su “verbo galano”, se dice que su discurso fue “un torrente de elocuencia”,
“un magnífico canto al valor y al heroísmo” y que finalmente fue recompensado
con una “clamorosa ovación”.[4]
Estos que participaban en los festejos eran los italianos que ya estaban
en Bahía Blanca, la pequeña burguesía local, consolidada a partir de 1890 y con
mayor fuerza entre 1900 y 1910, que constituía el corazón mismo de la Sociedad
italiana de Socorros Mutuos “Italia Unita”. Varios de sus fundadores eran hombres
que habían peleado junto a Garibaldi y Mazzini, los artífices de la unidad
territorial italiana y muchos de sus miembros integraban las varias logias
masónicas que en eso años y hasta la década del 30 fueron sumamente activas en
la ciudad (logia Nadir, Estrella Polar). Por eso fieles a sus orígenes sus
autoridades exaltan en sus discursos los valores de hermandad, democracia,
libertad y justicia, orden y progreso, y la historia en la que centran su
atención es la gesta del Risorgimento,
la victoria sobre el poder temporal de la iglesia el 20 de septiembre de
1870 y de la cual la Gran Guerra vendría
a ser el último capítulo. El paradigma narrativo de “unidad nacional” de la
sociedad italiana “Italia Unita” encuentra tanto en la retórica que justifica
la guerra como en la presencia de estos soldados recién llegados una ratificación
que parece indiscutible, y genera un comprensible entusiasmo en quienes de
todos modos están festejando a 15.000kms de distancia. En febrero de 1918, ante
la inminente huelga ferroviaria de obreros -en su mayor parte italianos anarquistas o
socialistas-, algunas asociaciones
italianas locales dirigen a sus compatriotas ferroviarios un manifiesto en el
que dicen que “declararse en huelga hoy es convertirse en aliado del enemigo”
(que a esa altura ya no era tanto el imperio austríaco como el nuevo régimen comunista
en Rusia). “la huelga significa interrumpir el transporte de cereales
destinados a los soldados”, equiparan el coraje de los soldados italianos con
la voluntad y la disciplina de los obreros, y finalmente los exhortan a
demostrar más sentimiento de patriotismo que de obreros.
Como podemos advertir a través del énfasis
de este pedido, quienes llegan a partir de la década del 20 encuentran también
una fuerte presencia de socialistas y anarquistas, muchos de ellos empleados
como obreros en el puerto y en el ferrocarril. Un caso interesante es el
de León Tacchetti que, aunque llegó a Bahía Blanca siendo muy niño en los
primeros años del siglo XX, había estado en la guerra en Italia, y a su regreso
(que ocurrió apenas terminado el conflicto), desde su puesto de jefe de
personal en Talleres Ferroviarios Bahía Blanca Noroeste facilitó (mediante
l’atto di chiamata, contrato de trabajo) la llegada de varios de sus
compaesanos de Falerone, Monterubiano y otros pueblos de Le Marche (Bucalá,
Clementi, Magnani, Tibiletti), muchos de los cuales habían estado en la guerra,
y muchos más aún que eran contrarios al fascismo. Así encontramos a fines de la
década del 20 grupos muy activos que difunden sus ideas a través de asambleas,
reuniones, y publicaciones periódicas.
En el diario anarquista Brazo y
Cerebro, por ejemplo, aparece en mayo de 1930 un artículo contra la guerra
y la exaltación del militarismo: “Quisiera tener aquí un puñado de ese barro,
mezcla de piojos, de orines y de carne tumefacta y sanguinolenta con la cual me
he revolcado hasta ayer para arrojarla a vuestra cara y deciros: he aquí un
regalo, el único regalo que os traigo del frente de batalla; no merecéis otra
cosa”.[5]
Sin embargo, el impacto de la represión de las huelgas de 1918 y el progresivo
control por parte de las autoridades hizo que esas actividades se volvieran
paulatinamente clandestinas.
Si los anarquistas plateaban este antimilitarismo militante, a partir de
1924, los cónsules fascistas, Giorgio Foresti, Cesare Afeltra, Carlo Cimino, y
las instituciones fascistas locales: el fascio Giulio Giordani, el dopolavoro
Ugo Quintavalle, la Casa dell’Italiano y la Asociación de Excombatientes retoman
las consignas patrióticas de cuño liberal de la Sociedad Italiana pero las reformulan
completamente. Así, en sus discursos y manifiestos exaltan la victoria sobre
los enemigos (a quienes de todos modos nunca mencionan más que de un modo
genérico) como manifestación de la “italianidad”,
término caro al régimen, para destacar no tanto una cuestión de “ciudadanía” o
pertenencia a un Estado sino más bien la pertenencia a una “estirpe”, enraizada
en la prestigiosa “latinidad”, un concepto de carácter esencialista y atemporal
con el que se pretendía rebatir los prejuicios y estereotipos respecto de los
inmigrantes italianos.[6]
Por eso dan la bienvenida no solo a varios militares fascistas (Armando Koch o
el Capitano Censi), sino que también patrocinan la visita del Dr. Franco
Ciarlantini con motivo de la inauguración de la Casa d’Italia, en Avda Colón 94,
en pleno centro de Bahía Blanca. ¿El título de su conferencia? “Función
histórica de la latinidad”.[7]
Este doctor Ciarlantini, que de socialista se había vuelto interventista, había
participado en la primera guerra y fue uno de los dos militares que entró en la
ciudad de Trento inmediatamente después de la rendición del ejército austríaco,
el 3 noviembre de 1918, antes del ingreso triunfal del regio ejército italiano al
día siguiente.[8]
Frente a semejantes discursos no había lugar para los que habían vestido
el uniforme “del nemico” (aunque
ahora tuvieran ahora la ciudadanía italiana también ellos, los trentinos y los
triestinos), ni para el relato de vivencias poco heroicas, ni para el horror
más extremo de la guerra. Hemos hecho varias entrevistas a italianos
procedentes tanto de unas regiones como otras de Italia, y en todos –cualquiera
haya sido la parte en la cual combatió el interesado - puede percibirse un
contraste fuerte entre aquel vozarrón de las evocaciones públicas y el silencio
o -al menos- la reticencia de muchos respecto de estos temas, un contraste más
acentuado aún entre la retórica de la Patria y la crudeza de la experiencia
vivida:
VIDEO DOMINGO ROSETTI
Mi viejo era de la clase 96, a los quince
años se fue a la Argentina, Mi viejo era de la clase 96, a los 15 años se
vino a la Argentina, solo con un vecino, y estuvo tres años trabajando acá y
después cuando se inició la guerra del 15 empezó la propaganda que quien volvía
a Italia tenía el pasaje pagado y que iba a volver a ver a la madre y todas
esas cosas así. Resulta que a los 15 días que estaba ya estaba en los Alpes, en el 8° reggimento alpini y era asistente del maggior Labianca y le dieron un paquete de galleta y la pilcha con la que tenía que ir arriba y después todas municiones, un fusil cada uno, a la montaña.
Pasaba un avión, dejaba una raya de humo y ahí empezaba la artillería, y ellos escondidos detrás de como una baranda de la montaña que había, cuatro días estuvieron así, a la mañana empezaba un bombardeo, y a la tarde se terminaba, y ellos no podían ni comer porque cuando venia la mula con la sopa de allá abajo -porque viste la comida se la mandaban con la mula- y empezaba el tiroteo y no podían subir.
Y una mañana dice que vino el avión, dejó la raya de humo, la señal, y empezó la artillería, y después de media hora más o menos se paró de golpe y al ratito, se sintió que venía un tipo gritando: "maggiore Labianca, il mio battaglione é distrutto, si salvi chi puó", era otro oficial del otro batallón, que le habían matado todos; y el mayor de ellos era el mayor Labianca, les dice: "Ragazzi, baionetta in canna, preparar todo para defenderse", dice, subió una nube, los tapó a todos, dijo: "ragazzi chi si puó salvare, si salvi" y empezaron a correr, corrió dos días para atrás, la montaña bajando, ahí se salvo la primera vez. Una mano le quedó imperfecta, después con un dedo estuvo herido. Cuando volvió a Italia en el sesenta y pico, resulta que fue a reclamar una pensión, y le dijeron que él había firmado un papel donde donaba su vida a la patria, tenía una bronca inmensa, te podés imaginar porque varias veces volvió a su lugar de combate aunque estaba herido, y sin embargo, cuando todo el mundo se jubilaba, él fue a buscar la jubilación, no se la dieron porque había firmado un papel, que daba su sangre a la patria.
Probablemente en
la intimidad del hogar aparecían detalles como estos. O nada, el silencio
pertinaz de quien no quiere pensar más en eso, sólo el deseo de no haber vivido
la guerra, de evadirse de los recuerdos dolorosos, de volar, como si fuera una
golondrina:
Canción GRAN DIO
DEL CIELO
Gran Dio del cielo, se fossi una rondinella,
vorrei volare in braccio alla mia bella. Prendi la secchia, e vattene alla
fontana, la c’é il tuo amore che alla fontana aspetta Prendi il fucile, e
vattene alla frontera, la c’é il nemico che alla frontera aspetta.
Ahí está la frontera, ahí está el enemigo. La frontera es esa línea fatal que pone los cuerpos y las armas frente a frente y que vuelve tan difícil mirar hacia el otro lado. El lado de la frontera del que habla esta canción es el de la guerra del general Cadorna, del Altipiano di Asiago, de Caporetto, de las trincheras excavadas en la montaña, de los soldados del ejército del Reino de Italia, los “alpinos” (los del capello con la penna nera), el lado de la frontera sobre el que nos contaba antes Domingo Rosetti, y nos cuenta respecto de su padre, Asperio Clementi:
Video ASPERIO
CLEMENTI Los del 97
Mi padre es de la clase 1897, cuando empezó la guerra del 14 mi papa tenía 17 años en aquel entonces los soldados eran de 20 para adelante; él no pensaba ir a la guerra todavía, entonces qué pasaba venían los austriacos avanzando, avanzando, Italia se agitaba que tenía "un milione di baionette", qué pasa aparecieron las ametralladoras, los soldados de infantería iban avanzado a pie nudo, y la ametralladora los limpiaba como mosquitos, el general Cadorna que era el superior de Italia en la guerra del 14 tuvo que mandar a llamar las tropas de 17 años, y entonces la gente decía: "Il generale Cadorna ha fatto la sua cacata ha chiamato il 97 che ancora piscia al letto", terribles las decisiones.
La canción decía La c´é il nemico che alla frontera aspetta ¿Quién era el enemigo, quiénes estaban del otro lado de la frontera? Los trentinos y triestinos enrolados en el ejército austríaco. El actual territorio del Trentino y lo que hoy se denomina Venezia Giulia formaban parte del imperio austríaco al momento de declararse la guerra, y por eso en 1914, los hombres de entre 21 y 42 años (al año siguiente la llamada alcanzó incluso a los de 17 años) fueron reclutados e incorporados a las filas imperiales como Kaiserjaeger, Kaiserschutzen, Standeschutzen y Landeschutzen, recibieron entrenamiento militar en ciudades como Innsbruk o Beneschau y fueron enviados a partir de agosto de 1914 a miles de kilómetros de distancia al frente ruso en la zona de Galizia entre Polonia y Ucrania. Después de varias jornadas en tren y a pie, llegan a la línea de fuego: muchos mueren, y muchos otros (derrotados o desertores) quedan en manos de los rusos como prisioneros; y ya en territorio ruso, son dispersados por todo el territorio del imperio y enviados a trabajar en los campos, en las minas, en los talleres para sustituir a los hombres que estaban en el frente de batalla. Mi abuelo por ejemplo trabajó en una mina de carbón en Odessa (en condiciones terribles, pero con una mínima retribución económica, de acuerdo a los tratados internacionales referidos a prisioneros de guerra). Después de la revolución que depone al zar de Rusia en 1917, estos prisioneros – en particular los de lengua italiana, muchos de ellos “irredentistas” -es decir contrarios al régimen de los Habsburgo, “filo italianos”- gracias a la acción de la Misión Militar Italiana interesada en incorporarlos al ejército italiano, son concentrados en el campo de Kirsenov, cerca de Moscú, ahí se les confiere la ciudadanía italiana, y a partir de agosto de 1916 inician el regreso a Italia, en principio dos grupos que, por el mar del Norte, y cruzando el canal de la Mancha, entran por Francia y llegan a Turín en tren donde son recibidos como héroes. Pero para los ex prisioneros que todavía están en Rusia y siguen confluyendo a Kirsenov esa ruta e vuelve imposible ya que el mar se congela en invierno. El Mayor Manera organiza la increíble huida de 4000 hombres hacia el extremo confín del Asia en Oriente haciéndolos subir de 100 o 200 por vez en el tren que a lo largo de 9000 kms, atravesaba toda la estepa rusa hasta el Pacífico dos veces por semana, el Transiberiano, hasta Vladivostok, la última ciudad rusa sobre el Pacífico. Una vez reunido todo el contingente, hacen otros 2000 kms. en tren hacia Tien-Tsin (posesión colonial italiana en China), y así, algunos, en dos viajes después de muchas peripecias lograron llegar a Italia, a través de Estados Unidos (es decir, ¡completaron una vuelta completa alrededor del mundo!). Otros, ya sea porque se enrolaron como “voluntarios” del ejército italiano en el Corpo Spedizione Militare Estremo oriente, formado I battaglioni neri, o porque no aceptaron la ciudadanía italiana y permanecieron como prisioneros austriacos hasta el final de la guerra, recién pudieron volver a Italia, a sus casas n 1919 y 1920.[9] A muchos los creían muertos como le pasó a José Toscana (de San Michele all’Adige): en el frente de batalla en Galizia, lo habían herido en la rodilla con una bala y como tenía el pantalón todo mojado por la sangre, se puso el pantalón de un soldado muerto y le puso al cadáver el suyo sucio. De acuerdo al número que tenia la prenda, lo anotaron en la lista de los caídos, de modo que hasta que no volvió de Rusia en diciembre de 1920, todos en su familia lo daban ya por muerto. Cinco años duró también la guerra del padre de Adalgisa Mezzorana, de Gorizia:
Yo
tenía cuatro meses, ¿no? Mi hermana tres
años y medio, entonces se lo llevaron y no volvió en cinco años, y mi mamá sin
noticias, cinco años sin noticias, se fue a Rusia, a Japón, a China, qué se yo
por dónde lo llevaron. Ellos iban entre la nieve tenían que ir para escaparse.
Cuando hace mucho frio la nariz, lo que está saliendo, es lo primero que se
hiela vos hacés así se quiebra y no sale nada de sangre, momentáneamente, pero
si después entra un poco en calor sí se desangran por ahí, entonces en eso
tenian que tener cuidado, si le tiraban, le tocaban acá, así, se quebraba.
El
llegó a mediodía, y entonces todas las mujeres esperaban si volvía el marido o
no, porque muchos mueren en la guerra, todas corrieron hasta la puerta de
calle, era un patio grand, entonces todas corrieron y me dejaron solita, mi
mamá dice: - es tu papá, es tu papá. Y
yo ni sabía, para mí como si nada, ¿viste?
A partir de 1915
y con mayor intensidad después de la revolución bolchevique que lleva a la
firma del tratado de Brest-Litovsk y el cese del fuego en el frente ruso en
1917, muchos soldados trentinos son enviados al frente alpino a pelear contra
los soldados del regio ejército italiano, (entre los cuales –no hay que
olvidarlo- había casi mil voluntarios trentinos). Romedio Nicolussi (trentino
de Pergine) es uno de esos soldados trentinos que es enviado a Fiume, donde
permanece hasta el fin de la guerra,
como nos cuenta su hijo Marcelo:
VIDEO MARCELO NICOLUSSI: Romedio
El era soldado austríaco, en aquel entonces la zona era Austria, como se dice, no era muy heroico mi papá, cuando se enteró que lo iban a mandar al frente –me comentó- que se pegó un tiro en el pie para que lo llevaran al hospital en lugar de mandarlo al frente. Trabajaba en la cocina, cocinero, no es que sepa mucho porque mi papá mucho no comentaba esas cosas de la guerra. Contaba que le gustaba más estar bajo Austria que bajo Italia, así que, digamos, hubiera preferido ser austríaco y no italiano, pero son cosas de la vida…
La situación
para los trentinos era muy compleja, porque eran el “enemigo”, “austríacos”,
para los italianos; sí, súbditos austríacos, pero de segunda, ya que para los
austríacos resultaban demasiado italianos Esto afectó no solamente a los
soldados, que sufrían discriminación y humillaciones dentro del ejército
austriaco, sino también a la población civil. Por eso, cuando el reino de
Italia interviene en la guerra, en mayo de 1915, en tanto súbditos y por su
propia seguridad, los habitantes de los valles situados en la línea de fuego son
evacuados viéndose obligados a dejar sus casas (que encontrarán completamente
destruidas a su regreso) hacia el interior del imperio austríaco. Mujeres niños
y ancianos permanecen al menos durante tres años, en el mejor de los casos en diversas
ciudades o localidades de Bohemia y Polonia, en campos de refugiados la mayor
parte, y en campos de “internados” los presos políticos y sospechosos de
irredentismo: le citta di legno,
Katzenau, Mirttendorf. Hemos conocido las historias de Fortunata Bazzanella con
su mamá y su abuela, la de Emilia Pallaoro (la madre de la hermana Elvira
Zamboni). En los campos de refugiados, a Caterina Pola y a sus niños Dalceggio
les daban como único alimento un tazón de harina de maíz para hacer polenta.
Como no les alcanzaba ella no comía, y les decía a sus hijos que no tenía
hambre. En los pueblos que no fueron evacuados, mujeres y niños fueron
afectados al servicio militar: cargar piedras, mantener caminos, palear nieve.
Estas fueron las experiencias singulares de mujeres, niños, ancianos y
adolescentes trentinos durante la guerra, mientras sus maridos o padres estaban
en el frente, o en Rusia, prisioneros:
SIAM PRIGIONIERI:
Siam prigionieri,
siam prigionieri di guèra
siam su l'ingrata tèra
siam su l'ngrato suolo Siberian.
Ma quando, ma quando
la pace si farà.
Chiusi in baraca
sul duro lèto di legno,
fuori tompèsta di fredo,
fuori tompèsta di fredo,
e noi cantiamo ancor.
Ma quando, ma quando
la pace si farà
Siam prigionieri
siam prigionieri di guèra
tuti senza ghevèra,
tuti senza ghevèra,
nel suolo Siberian.
Ma quando, ma quando
la pace si farà
ritorneremo contenti,
dove la mamma sta.
VIDEO BRUNA ROSETTI.
Vino un amigo de un vecino de mi nonna, este amigo le dijo a la nonna
si ya que tiene tantos hijos dame el mayor que yo me lo llevo a ver la
Argentina, a conocer la Argentina, a Rosario. Estuvo mi papá desde los 16 años
hasta diciannove, que cuando vino habia empezado la guerra del 14, empezó a decir
que estaban los pasajes rotos, que no se pasaba más, entonces no, dice, yo
quiero ir con mi mamá, y se vino para acá [para allá, para Italia], y cuando vino nonna contenta, pero
después, ya después lo llevó la guerra, al fronte, e hizo toda la guerra,
después a lo último quedó inválido de una mano, una pallottola, y ahi estuvo en
el hospital, y ahi ya despues no sé más lo que pasó, si terminó la guerra, no
lo sé, pero esa era muy pericolosa la guerra del 14, porque morían todos los
soldados, no es como la última guerra que morimos todos los ... rompieron Roma
que quedó el Vaticano parado, roto todo, no había un camión, un tren, no
caminaba más nada, la del 40.
La otra, cuando a los soldados los hacían pasar en una pasarela, del Piave, le sacó la canción, también, dice: Piave mormoró, non passa mas straniero, perché mentre passava lo mitragliava, caían y corría sangre, en el Piave. Esa fue la guerra del 14.
La otra, cuando a los soldados los hacían pasar en una pasarela, del Piave, le sacó la canción, también, dice: Piave mormoró, non passa mas straniero, perché mentre passava lo mitragliava, caían y corría sangre, en el Piave. Esa fue la guerra del 14.
Ella no vio, no vivió esto, y lo que cuenta es improbable, pero a través
de sus palabras, el Piave de la canción patriótica se vuelve un río de sangre
en la memoria. ¿y el contacto con la muerte y el peligro? De esto nos habla
Libero Bucala sobre su padre Venanzio:
... acá en casa se caía algo y ehh, reaccionaba
de esta manera porque vaya a saber en la guerra debe haber pasado muchas cosas,
por ejemplo una vez, creo que fue en una
montana, había un herido, resulta que pedía ayuda para que lo llevaran
afuera, trataban de ir a buscarlo, pero cuando salía de la cueva donde estaba
para llevarlo, ahí empezaban a tirar, entonces se tenía que esconder ...
ese hombre tuvo la mala suerte que un cañonazo rompió una roca de ahí arriba de
donde estaba, la roca empezó a caer y lo aplastó y ellos lo vieron eso. Después
por ejemplo, uno que estaba hablando le atravesó la carretilla le pasó de lado
a lado no le rompió los dientes ni nada, estaba hablando, entró de un lado y
salió del otro la bala, eso sabía contar…
La inminencia
del peligro provoca un estado de alerta constante. El cuerpo humano es frágil,
pequeño, vulnerable, puede quedar rápidamente desfigurado. Y el ver, el ver el
horror también lastima profundamente. ¿Qué queda impreso en los ojos y en la
memoria de una mujer? En Le Marche previendo la llegada de prisioneros de
guerra austriacos se construye un campo y para esa tarea son reclutadas algunas
mujeres. Esto nos cuenta Asperio de su madre:
VIDEO: ASPERIO
la luna llena
Mi madre nació en el 1900 como Tachetti que era vecino, estaban haciendo un campamento de prisioneros, si después fue utilizado no sé, estaban en Falerone tenían que ir a un rio, al lecho de un ´rio ajuntar canto rodado y arena, quedaba a cinco o seis kilómetros de donde lo estaban haciendo. Las chicas, porque los viejos eran jovencitas, 14, 15 años, las ocupaban para ir hasta el arroyo agarraban balde, los llevaban sobre la cabeza cargando canto rodado y lo llevaban hasta el lugar del campo de prisioneros, qué pasa, son cuatro o cinco kilómetros, se juntaban las chicas entre ellas, y les pagaban 50 centavos, no les alcanzaba para comprar una galleta, tal es así que se juntaban cuatro o cinco chicas a la luz de la luna, para no tener miedo, ir juntas. Una noche mi madre se despertó y vio claridad: caray, me he dormido, se viste, sale corriendo hasta los 5 o 6 kilómetros, hasta el campamento, cuando llega allá, resulta que era la luna nueva, eran las dos o tres de la mañana, qué va a ser…
Y hacia el final
de la guerra otra ola de muerte, la peste asolo no solamente a Italia sino a
toda Europa:
VIDEO ADALGISA Y BRUNA: la peste
spagnola
BRUNA: Terminó la guerra, había una epidemia de gripe, como la llaman acá, si chiama la febbre spagnola y encontraba, puede ser que el soldado venía pero en la familia eran todos muertos, no había cura, no había remedio.
ADALGISA: se juntan, hay epidemia, porque no tenés suficiente comida,
no tenés medicamentos adecuados, y contagiosa, era una enfermedad contagiosa.
Pasaban y decían:
- ¿hay enfermos? y mi
mamá decía:
-No, no, están todos bien.
Ellos no entraban, porque si entraban veían quién estaba. Ellos
no entraban, era una cosa de todos los días no podían y algunos decían:
si. Se los llevaban y no volvían, morían en el hospital, para cortar el
contagio porque si ellos no hacían eso el contagio que
tenía era para todos. Que si ellos entraban y veían que había enfermos
los ponían a todos presos. Pero no entraban porque no tenían tiempo, todos
los días:
-¿hay enfermos?
- no no, estamos todos bien.
Estuvimos mal, mi abuelo y yo, y nos curaron con
remedios caseros, escondidos en casa, hasta que nos pusimos bien.
Hay quienes dicen que la cantidad de muertos por la peste fue superior a la cantidad de muertos en los campos de batalla). Bueno, pero no a todos los atacó la peste. Muchas mujeres esperaron ansiosamente a sus maridos y se reencontraron con ellos. Cuando fui a entrevistar a Libero Bucalá, después de haber hablado de la guerra, y luego, a lo largo la mayor parte de la entrevista, acerca de su vida como maquinista en el ferrocarril, al final le pregunto qué canciones cantaba su madre, y así me contesta:
VIDEO BUCALA: la canción de Giulietta
Se llamaba Giulietta, esa es
la que cantaba siempre, la cosa era más o menos así: una chica que andaba de
novio con uno y a este muchacho le toco ir al servicio militar, entonces cuando
termino la guerra que volvieron, esta chica le pregunta a un joven que venía de
regreso de la guerra si había visto al novio: dimmi bel giovine di che colore
devo vestire. El muchacho le contestó: "devi vestire di nero perché il tuo
fidanzato é morto su al battaglion". Entonces Giulietta cascó in terra
piena di lacrime. Entonces el muchacho le dice: su, su Giulietta, che sono io
il tuo primo amore. Me hace caer lagrimas, dice "son io, il tuo primo
amore". Entonces Giulietta si levo in piedi e tre baci gli donó.
Era pibe, yo cuando sentía cantar eso…
Era pibe, yo cuando sentía cantar eso…
Acá en esta canción hubo tres besos. Hay otras canciones muy conocidas, que también hablan del regreso del soldado y de cómo su novia lo ha de reconfortar después de tantas penurias:
DOVE SEI STATO MIO BELL’ ALPINO
Dove sei stato mio bell'alpino
dove sei stato mio bell'alpino
dove sei stato mio bell'alpino
che ti à cambià colore.
L'è stata l'aria de lo Trentino
che mi à cambià colore.
L'è stata l'aria de l'Ortigana
che mi à cambià colore.
L'è stato il fumo della mitraglia
che mi à cambià colore.
Sul monte Nero c'è una tormenta
che mi à cambià colore.
Ma i tuoi colori ritorneranno
questa sera a fare l'amore.
Dove sei stato mio bell'alpino
dove sei stato mio bell'alpino
dove sei stato mio bell'alpino
che ti à cambià colore.
L'è stata l'aria de lo Trentino
che mi à cambià colore.
L'è stata l'aria de l'Ortigana
che mi à cambià colore.
L'è stato il fumo della mitraglia
che mi à cambià colore.
Sul monte Nero c'è una tormenta
che mi à cambià colore.
Ma i tuoi colori ritorneranno
questa sera a fare l'amore.
De las cosas
terribles llega un momento que es mejor dejar de hablar, y es necesario que sea
así, para poder seguir viviendo, pero ya sabemos que eso que queda acallado, en
algún lado sigue dando vueltas. Uno se pregunta por qué algunos han contado su
historia mil veces y otros no han contado (casi) nada o han contado muchas
veces ciertas cosas y otras se las han llevado consigo. Lo que no se dice se
transmite de padres a hijos y de estos a los nietos, muchas veces –la mayor
parte- de modo no explícito, no verbal. Esos secretos, esos mandatos, esos “mitos”
anidan en algún rincón, permanecen en el bajo fondo de la vida de la familia e
influyen en las decisiones, en las elecciones y en nuestras actitudes ante la
vida. ¿Cuáles pueden ser algunas de esas cosas que siguen actuando, a pesar del
silencio, o de la dificultad de expresarlas con palabras? ¿un miedo, un miedo profundo? ¿La necesidad
de acumular y de no tirar nada? ¿Un malestar que en algunos casos puede haber
conducido a un cierto estado de sorda violencia en la vida cotidiana? ¿O un
irremontable escepticismo?
Aquello de lo que no se habla, lo que no se cuenta o se mantiene en
secreto (o llega a quedar, incluso, borrado de la conciencia) permanece ahí,
sin embargo, como un agujero negro dentro de la historia personal y familiar,
algo que absorbe una enorme energía emocional y vital.
Además del horror, ¿qué otras cosas son las que no se cuentan? Se suele
ejercer una Damnatio memoriae con todo aquello que no encaja que desentona con
el relato oficial, se suele guardar silencio con respecto a todo aquello que no
es heroico. El autolesionismo, por ejemplo, recién oíamos a Nicolussi; tal vez a
Battaia Luigi le sucedió algo semejante. La retórica patriótica también
lastima, hiere. Todos deberíamos haber sido héroes, pero la realidad no es así.
Pareciera que la única narrativa posible fuera la epopeya. Tanto para la guerra
como para la emigración.
Hay una operación retórica que edulcora los motivos de la partida
(ilusiones, esperanzas de progreso, como si emigrar fuera una acción en
respuesta a un “espíritu de progreso”, a un carácter emprendedor individual).
El riesgo de tratar el fenómeno migratorio a un nivel general es el de aplanar,
allanar, y desconocer las características específicas de cada momento. En este
caso, y como estamos hablando de la primera guerra, tal vez convenga historizar
las causas.
Concretamente después de la Primera Guerra de inmediato se pusieron en
marcha aventuras militares en África que hacían prever nuevas guerras en el horizonte más inmediato,
(casi como una frase hecha es frecuente escuchar: “se vino por temor a otra
guerra”), la discriminación y la persecución contra los antifascistas no fue un
chiste (hemos escuchado varias historias de palizas propinadas por
escuadristas, o de “degustaciones” de aceite de ricino). Y para todos por igual
una crisis económica que los eyecta literalmente hacia el otro lado del océano:
En noviembre de 1924 Barberina dice: “qui
le miserie si fanno sempre di piu e le person con un po di sentimento prevedono
un triste avvenire”; en agosto de 1927 Luigi Battaia escribe: “le novita di qui si fa sempre piu seria
tutti sono pieni di debiti e cercano di
fugire per l’America in cerca di terre migliori, il 20/9 parte circa 11 o 12
persone per l’america perche qua non sanno piu come fare”; Giuseppe escribe
en noviembre: “poco si puó aquistare
perche soldi non ce ne piu in queti paesi la va sempre al pegio e la miseria la
trionfa in tutte le famiglie e se la continua cosí come pur tropo continuera le
nostre vallate diventa spelonche”; y en marzo de 1928: “per incirca le novitá di questi paesi corono voci di prosima guera ma
io non credo perché ci sono in questi paesi tropa miseria che la gente vano
tutti per la Merica che denaro non ce ne piu tutti i giorni i ne dimanda denaro
che sono una crissi straordinaria”.
Y en particular, los trentinos, los sobrevivientes de la guerra, los que
regresan del interior del imperio al
emigrar son doblemente EX, ex soldados, ex súbditos de un ex imperio - ex
austríacos, porque a partir de 1919 tienen que adoptar la ciudadanía italiana,
ya los jóvenes clase 1900 hacen el servicio militar con el uniforme de los
alpinos (vean por ejemplo las fotografías de Vigilio Battaia o de Emmanuele
Hueller en el archivo del Circulo Trentino de Bahía Blanca)-, y a pesar de eso,
ex enemigos, ex sospechosos -incluso los irredentistas, que por lo que hemos
estado comprobando a lo largo de varias entrevistas no eran pocos por acá-. Su
versión de la guerra queda absolutamente condenada al silencio, por decreto
allá en Italia, y por elementales razones de supervivencia y de esperanza de
ascenso social, también acá en Bahía Blanca, como ya hemos visto. El hecho de
que yo haya enseñado italiano acá en la Asociación Dante Alighieri durante 25
años, o que Francisco Nardelli forme parte del Consiglio Generale degli Italiani
all’Estero es una muestra y tal vez el resultado del inmenso esfuerzo que optaron
hacer algunos de esos trentinos a través de sus hijos y de nosotros, incluso,
sus nietos, para sobreponerse a esa condición.
A la experiencia de la guerra se suma entonces la de la emigración que
(salvando las distancias) es también una experiencia traumática de pérdida,
tanto de la propia lengua como de las costumbres, lazos familiares, paisajes y
tradiciones.
Esta revisión de la historia de nuestras familias, de nuestra ciudad, de
la tierra de la que vinieron nuestros abuelos no surge solamente del placer (y
que no es poco) que produce el visitar ese “país extraño” que es el pasado. La
necesidad de ellos (los abuelos inmigrantes) fue la de borrar lo antiguo,
borrar la historia, borrar el vínculo efectivo con aquel mundo y aquel pasado
doloroso, concretamente la Italia de los años de la guerra, la asoladora crisis
económica o la persecución política, ya sea a través de la inacción, la
tristeza o la depresión, o mediante una actividad frenética (laburador) para hacer
lo más rápido posible una posición económica, tratar de realizar en los hijos
el sueño, el deseo de integrarse y asimilarse, de volverse a través de ellos,
de los hijos, lo más argentinos posible, sin mirar para atrás: por eso no
cuentan casi nada sobre la guerra, no le enseñan la lengua a sus hijos,
propician matrimonios mixtos, mandan a sus hijos a la universidad (ingenieros,
abogados, profesores).
De ahí entonces que los nietos o bisnietos nos empeñemos en reconstruir
estas historias y en tratar de comprender mejor en qué contexto se dieron esos
hechos. Necesitamos acercarnos a puntos de vista que pongan en primer plano la
radical transformación de las subjetividades y de las relaciones interpersonales
causada por el carácter extremo e inusitado de las experiencias vividas, del
dolor y fundamentalmente de la degradación de la dignidad de los seres humanos
a los que llevó la guerra, cualquiera haya sido la bandera, nacionalidad
o posición de quienes la padecieron. Somos la tercera generación, la que puede
ahora reconocer esos “agujeros negros”, esas heridas, no para repararlas
engañosamente sino para aceptarlas y tratar de comprender quiénes somos y por
qué estamos donde estamos.
[1]
En alusión a la famosa canción de los alpinos: Sul capello, sul capello che noi portiamo c’é una lunga, c’é una lunga
penna nera… e viva, viva il regimento degli alpin, oilalá.
[2]
La Nueva Provincia, 4 de noviembre de
1919. Integrada por Angel Alzetta, Mario Bartucci, el doctor Ernesto Bianco,
Giovanni Battista Buffolo, Mario Leoni, Vicente Lomartire, Antonio Misani, José
Pepe, Edgardo Salvarezza, Cesar Trinchieri, Ernesto Venturelli, Luis Zanni, y
varios nombres más que no se alcanzan a leer.
[3]
Trentinos, Camilo y Agustín Ferrari, José
Toscana, Germano De Bortoli, Fortunata Bazzanella, Dalceggio, Francesco
Mezzorana, Livio Tomaselli y más tarde Emilia Pallaoro, Romedio Nicolussi, , y
también Rufino Clementi, Venanzio Bucala, Luis Tibiletti, Gino Fogliazza,
Iozzo, Orfeo Rosetti, Juan Ferrari, Sebastián Carozzi.
[4] La
Nueva Provincia, 5 de noviembre de 1928.
[5]
Brazo y Cerebro, febrero de 1930.
[6]
Pretelli, Matteo, “La risposta del fascismo agli stereotipi degli italiani
all’estero”, Altreitalie, 28,
gennaio-giugno 2004, 48-65.
[8]
Lecco, Elisabetta, “Ciarlantini
Francesco”, Dizionario Biografico degli Italiani – Enciclopedia
Treccani, Volume 25 (1981).
[9]
ANTONELLI, Quinto, I dimenticati della
grande guerra. La memoria dei combattenti trentini (1914-1920), Trento,
2008.
miércoles, 20 de abril de 2016
¿Parigin, Parigini, Parisi?
Del Tirolo, de Trento, pintor, de 29 años, se asocia a la Sociedad Italiana XX Septiembre de Bahía Blanca en abril de 1892.
¿Pero cual es su apellido? En el índice Nati in Trentino no hay nadie con ninguno de estos apellidos...
Misterio.
¿Pero cual es su apellido? En el índice Nati in Trentino no hay nadie con ninguno de estos apellidos...
Misterio.
jueves, 24 de marzo de 2016
Una luz en la oscuridad: un dato más sobre Juan De Manincor y Santina Pasoli
En el post en el que nos preguntábamos quién habría sido Juan De Manincor acabo de encontrar un comentario anónimo que dice así:
Juan De Manincor fallecio en 1971 en Bahía Blanca, su esposa Santina Pasoli falleció en 1973, sus hijos fueronCarmen y Tulio. Juan y Santina fueron personas muy queridas por todos.
¡Gracias!
Juan De Manincor fallecio en 1971 en Bahía Blanca, su esposa Santina Pasoli falleció en 1973, sus hijos fueronCarmen y Tulio. Juan y Santina fueron personas muy queridas por todos.
¡Gracias!
lunes, 8 de febrero de 2016
Los padre de los hermanos Battaia
LUIGI
BATTAIA + ELISA ALBERTI
9-5-1877
VIGILIO CONSTANTINO
8-6-1902 25-1-1975
EMMA
ALOISIA
22-5-1906 11-10-1965
GIUSEPPINA
2-6-1908
AMELIA
13-2-1910 ABRIL DE 1970
ABRAMO
20-5-1913 ABRIL DE 1998
ERINO
6-3-1920 1986
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