jueves, 19 de junio de 2014

19 de junio de 2014

Una vuelta al mundo de 1710 días, en casi una semana en cama.

Inmovilizada desde el lunes a causa de un esguince de tobillo, cada día me concentro en un aspecto diferente de la historia de mi abuelo trentino prisionero en Rusia:

El domingo (antes de la desafortunada caída) había estado estudiando con toda atención las hojas matriculares de Camilo durante los meses que fue soldado del ejército austríaco: en Innsbruk, en Linz (el 4 de junio de 1915) y en Beneschau (o Benesov) cerca de Praga, el 27 de julio de 1915), antes de ser enviado al frente de batalla, cerca de Leopoli (Lemberg), en Galizia (region que actualmente se encuentra entre Rusia y Ucrania).

(El mapa en realidad señalaba otro itinerario: yo modifiqué algunas partes, con absurdas líneas rectas para adecuarlo al recorrido de Camilo. )

El martes me dediqué al camino de regreso (después de haber deserado, de haber sido tomado prisionero, de haber pasado casi dos años en una mina cerca del Mar Negro, después de haber aceptado el ofrecimiento de la Misión Militar Italiana de tomar la ciudadania italiana e ir a Kirsenov julio de 1917, y despues hacer completo el recorrido con el tren Transiberiano hasta el Pacífico a la ciudad de Vladivostok, enero 1918) : desde Vladivostok a Tientsin, Mukden Harbin, Mukden, Pusan, Honolulu, San Francisco, Nueva York, Camp Dix, Génova, Chiavari y finalmente Poia, fines de 1918 (y comparar este camino en particular con los otros que tuvieron que tomar los demas miles de prisioneros trentinos antes de poder volver a Italia):

 Ayer miércoles me ocupé del período de prigionia: el camino que hizo (probablemente a pie) desde el punto en el frente en el que desertó (después de haber partido de Leopoli-Lemberg) hasta llegar a Kiev, (¿habrá estado en el  campo de Darnista?), y de ahí junto a una gran cantidad de prisioneros del ejercito austriaco, el viaje hacia el distrito de Ekaterinoslav, a la mina de carbón donde estuvo durante 21 meses; de las condiciones de vida de los prisioneros ahí; de la acción de la Misión Militar Italiana, de cómo hacen saber a estos prisioneros, a principios de 1917, que pueden optar por la ciudadanía italiana para dejar de ser prisioneros, (ya que Italia era aliada de Rusia!), y para poder volver a casa; de la presencia de Bassignano y Basic; y del viaje en tren y de la la llegada a Kirsenov, en julio de 1917.

Hoy jueves, me ocupo de buscar respuesta a una duda: Camilo ¿habrá esperado en Kirsenov (el campo de concentración de "italianos") durante esos cinco meses, hasta que todos los ex-prisioneros partieron hacia Vladivostok en el Transiberiano? He aquí por qué me pregunto esto: en su libreta hay solo dos páginas, con dos fechas 17 y 18 de noviembre de 1917,  y el nombre de una localidad, Ausezka (inhallable), donde dice haber comprado la libreta. Ahí se refiere explicitamente a ese momento de espera, y sus palabras son terribles, angustiosas.  Entonces me pregunto si Camilo no habrá formado parte de ese grupo de kirsanovers que en octubre de 1917 partió junto a Basich hacia Wologda con la esperanza de embarcarse en Arcángelo pero que quedó varado y durante dos meses estuvo dando vueltas por ahí,viviendo un poco a la buena de Dios, hasta que iniciaron también ellos, desde Wologda el viaje hacia Vladivostok.

Tendría que mirar los mapas de nuevo y los lugares por los que Camilo cuenta (en esas remotas entrevistas hechas hace 30 años de las que conservo solo notas y una grabación mal hecha)  que pasó. Pero no es una tarea sencilla:  los nombres de las ciudades rusas no solamente se transcriben de varios modos sino que muchos cambiaron después de la creacion de la Unión Soviética. Era demasiado grande el imperio austriaco, es demasiado grande Rusia  y es casi imposible -si uno quiere reunir todos esos nombres en un mapa que entre -digamos- en una hoja normal- tener noción de las distancias (ni siquiera me animo a figurarme los paisajes, el relieve, los climas).
 Fue necesario ir entrando en esta historia, lentamente, así, sin interrupciones para poder llegar a entender algunas cosas; cosas que uno, principio, nombraba con palabras "comunes"  pero que, a medida que va leyendo empiezan a volverse disonantes y te llevan a experimentar un extraño desconcierto: palabras como "frente", "prisionero", "grupo", "compañero", "ciudadanía", "frío", "campo de concentración" etc., en ese contexto particular tienen un signficado bastante diferente y alejado de lo que uno pensaba que estaba expresando con esa palabra.

Ayer encontré una carta de un periodista-historiador Armando Vadagnini, (a quien -se ve- le escribí en referencia a un articulo sobre el tema de los prisioneros trentinos en Rusia), en la que me invita gentilmente a escribir un articulo contando la historia de mi abuelo, fechada en 1989. Veinticinco años necesité para poder empezar a hacerlo.

Llevo treinta años tratando de armar esta historia. A veces me he reprochado a mí misma una cierta negligencia. Pero ahora comprendo que si en aquella época ya me parecía, en conjunto, larga y compleja, ahora que la estoy analizando con bastante detalle, me doy cuenta de que esa complejidad es infinita. Recién ahora pude encontrar en la web datos, mapas, textos de diarios, investigaciones sobre este tema. Recién ahora, con la experiencia de haber entrevistado a mucha gente, puedo manejar aquellas viejas notas y la grabación (que todavía no he podido terminar de escuchar completa). Tengo la impresión de que a medida que la voy conociendo en sus detalles esta historia, se vuelve cada vez más dificil de contar: una historia incontable por la cantidad de cosas que habría que aclarar, la cantidad de contextos que habría que reponer, la cantidad de dilemas que ahora a nosotros nos parecerían impensables.

Y sobre todo, ¿a quién más que a mí podría resultar interesante?

Yo creo que a los diez, once años sentí hablar por primera vez de todo esto, e hice propia la excitación de este relato (que yo en esa época percibí e interpreté como un relato de viaje), que permaneció intacta, y que recuperé de modos bastante oblicuos, a veces, en diferentes lecturas y experiencias: la lectura de La colina de Watership y Miguel Strogoff, la vuelta al mundo en 80 días y quién sabe cuántas otras novelas de Verne (y sus respectivas versiones en pelicula); el estudio minucioso de los viajes de Alejandro Magno y de los viajes de los personajes de Tácito cuando preparé mi tesis de Durham; mis propios viajes. Gracias a mi tobillo hinchado, acá en la cama, la reencontré de nuevo.

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