Hace unos días Mónica Vega, misionera en Brasil, dedicada al trabajo pastoral con mujeres, me pidió algunas fotografías de mujeres inmigrantes. Le envié varias. Hoy me escribió este mensaje:
¡Hola Ana! ¿Como va todo en Bahía Blanca? Yo aquí comenzando un encuentro de mujeres. Dificil realidad la de la mujer en cualquier parte pero aquí es casi como que la distancia de todo triplica las dificultades. Hoy temprano pensaba en todas estas historias que escucho que son similares a las que vos recuperaste de las muchas mujeres de White, de las trentinas, de las de los ferrocarriles... A veces uno no imagina el impacto de lo que hace.Vos les diste espacio para que las voces se escucharan, sus historias trajeran el aire de quienes nunca dejaron de luchar, de empujar y de alguna manera parir un mundo nuevo para muchos. Recuerdo la foto del pasaporte de tu abuela... Será porque es lo que más uso, un pasaporte. Eso es lo que te da identidad para los gobiernos y las agencias pero son las historias que cargan esos pasaportes lo que hay que contar.
Emma Battaia llegó a Bahía Blanca en enero de 1927, a los veinte años.
Mientras trabajaba, cantaba Va pensiero, La Pulpera de Santa Lucía, y la Serenata Rimpianto de Toselli.
En esos años era música que conocían y cantaban todos, precisamente en los años en que empezaba a haber gramófonos y sobre todo a partir de 1922, aparatos de radio, en sus casas, allá, en esos pueblos de montaña, en el norte de Italia. Según parece Luigi Battaia, el padre de Emma, fue uno de los primeros en poseer un aparato de radio en Poia.
En esos años era música que conocían y cantaban todos, precisamente en los años en que empezaba a haber gramófonos y sobre todo a partir de 1922, aparatos de radio, en sus casas, allá, en esos pueblos de montaña, en el norte de Italia. Según parece Luigi Battaia, el padre de Emma, fue uno de los primeros en poseer un aparato de radio en Poia.
Olvidado él, pero no su Serenata.
Esto también trae Emma y quienes llegan
en esos años: esa música de moda, esas historias de amor escandalosas, y
ese italiano pretensiosamente poético y refinado de la letra de la
Serenata: