7 de enero de 1943: en la costa de Libia, en el Mar Mediterraneo, el barco hospital Virgilio - todo pintado de blanco, con sus enormes cruces rojas, las luces encendidas durante la noche, y tripulado sólo por enfermeras voluntarias de la Cruz Roja- acaba de partir de Trípoli para llevar a Italia una gran cantidad de heridos de guerra. No se ha alejado mucho cuando choca contra una mina inglesa que inmediatamente estalla, provocando graves daños. Todos los heridos tienen que ser trasbordados a otra nave, en muy pocas horas, antes de que el fuego avance y el barco se hunda: de esa penosa y delicada tarea se encargan ellas, las enfermeras voluntarias de la Cruz Roja, las crocerossinas. Y entre ellas está Emilia Pallaoro nacida en Marter di Roncegno, en 1909.
Un legajo se revisa rápido, los nombres de los hospitales se enumeran uno tras otro, así como las fechas. Sin embargo, apenas uno se detiene a mirar con atención, puede llegar a estremecerse al pensar en qué lugares y en qué momentos estuvo Emilia trabajando como enfermera voluntaria de la Cruz Roja:
al hospital Calambrone de Livorno -donde ella permanece entre octubre de 1941 y el 10 de diciembre de 1942- llegan los heridos de los varios frentes en que Italia está comprometida, tanto en el sur de Francia, como en Albania y Grecia y en su colonia estrella, Libia, en el norte de Africa; y también las víctimas de los bombardeos que comienzan a destruir las ciudades del norte de Italia.
ese día, el 10 de diciembre Emilia parte hacia Trípoli en la nave-hospital Virgilio que ya había sido atacada varias veces por los aviones ingleses, y en la que sufre el choque con la mina, cuando regresaban, cargados de heridos hacia Italia;
llega a mitad de enero del 43 y la envían al hospital Mirano, de Venecia; pocos días después de la firma del armisticio del 8 de septiembre del 43, cuando cae el regimen fascista, Italia declara la guerra a Alemania, los nazis invaden inmediatamente el norte de Italia, más de 600.000 soldados italianos son deportados a Alemania, y se instala Mussolini en su Republica de Saló, y los partisanos jaquean constantemente a los nazifascistas, en medio de todo eso, Emilia pasa del hospital Mirano de Venecia al Hospital Germánico de Verona;
desde enero del 44, mientras los aliados avanzan trabajosamente desde el sur ella está en el Feldlazarett de Florencia; y cuando, en el mes de junio, los aliados llegan a Roma y se enfrentan con los alemanes a lo largo de la línea gótica, Emilia presta servicios en el Feldlazarett de Verona, hasta el 26 abril de 1945, un día después que los aliados liberan Milán, Turín y terminan con la republica de Saló. (y con Mussolini, fusilado dos días después);
diez días más tarde, Emilia ya está en Bolzano en el Centro Assistenza Rimpatriati, para asistir a los miles de soldados prisioneros, dispersos, que empezaban a volver a Italia; allí permanece hasta noviembre de 1945. Luego, y hasta mediados del 46 está en un centro de asistencia de la cruz roja de Merano.
Un año despues ella vuelve a Bolzano, ahí conoce a Virginio Zamboni, de Tione y en 1948 llega a la Argentina a encontrarse con uno de sus hermanos que había venido varios años antes a Cipoletti. Tuvieron dos hijos, vivieron en San Martín de los Andes, Junín de los Andes hasta que en los años sesenta se radicaron definitivamente en Bahía Blanca.
Qué vió, qué escuchó, qué sintió ella mientras acompañaba a tantos hombres heridos, maltrechos y destruidos por la guerra es algo de lo que ella nunca quiso hablar.
Emilia no volvió a trabajar como enfermera. Pero conservó siempre ese ojo preciso que le permitió, por ejemplo, reconocer qué enfermedad tenía un nene en Junín de los Andes, y mandarlo con el médico que pudo curarlo; y esa fuerza que es la que tienen las personas que salvan al mundo y lo sostienen.