lunes, 3 de marzo de 2014

Historias desencajadas


Camilo Ferrari (Poia, 1897-Bahía Blanca 1984) había estado en la 1° guerra.
Su mujer, Emma Battaia, había "pasado la guerra".

El mito ad usum filii:
De ella: la cocina austera, el ahorro y a la vez, la compulsion a acumular comida "por las dudas", y no tirar nada, nada, nada.


De él: un largo viaje muy lejos de su casa, largas marchas a pie, años como prisionero en Rusia, un viaje alrededor del mundo, ahorro, silencio, comerse hasta el último bocado servido en el plato, ni demasiada alegría ni demasiada tristeza por nada. De la guerra, ni fotos con uniforme, ni documentos, ni papeles  (salvo una libretita con dos páginas de notas fechadas en 1917 donde escribe que lo unico que espera es poder partir para volver a su casa).  Cuando contaba, solo hacía referencia a anécdotas individuales, vinculadas estrictamente a su propia vivencia personal, sin hacer referencia en su relato a procesos más amplios, ni a explicaciones generales o especulaciones sobre las causas de lo que le había tocado vivir. No habló jamás de la vida militar, ni de armas, ni debatallas, ni de jefes, ni de compañeros, ni de muertos en el frente. Parecía que el suyo había sido un largo viaje, una aventura (más bien penosa, debido a la comida escasa, y al frío, pero cuya razón era simplemente que el mar del norte se había congelado y no había otro camino para volver a Italia) alrededor del mundo recorriendo una serie de ciudades y puertos de nombres exóticos.


Algo así eran los recuerdos de "la guerra" que circulaban en familia.

Esa guerra (así, sin determinativos de ninguna indole, y de la que no se mencionaba nunca ni quienes peleaban, ni quien ganó o perdió) no tenía nada que ver con "la guerra" que se podía leer en los manuales escolares, y menos todavía, la que enseñaban cuando alguien empezaba a estudiar italiano, o a cantar en el coro de la Sociedad Italiana: no tenía nada que ver con la guerra de las canciones de los "alpinos", ni con los monumentos de la ciudad de Trento, ni con la guerra de los poemas de Ungaretti en la alta montaña: la 1° guerra del curso historia italiana en la Dante Alighieri de Bahía Blanca, y también en la universidad (al cursar Historia del Mundo Actual) era esta "cuarta guerra de independencia", conclusión del proceso de unificación territorial iniciado en el Risorgimento, y factor decisivo de consolidación del estado italiano en el conjunto de los países europeos "modernos".

Había algo que no encajaba. La guerra en la que había estado Camilo no parecía ser esa misma guerra: la de él parecía ser una guerra sin "epica", sin "relato", sin heroes ni mártires, y la travesía de miles de hombres -que empezaban como soldados austríacos, seguían como prisioneros-desertores con los rusos, y se volvían italianos en un cierto punto del trayecto antes de emprender el viaje por la Siberia con el Transiberiano hasta el extremo confín de Asia, y por el Atlantico- durante cuatro años, un episodio ignoto, como si hubiera ocurrido en "otra guerra". Como la cara oculta de la luna.

(reflexiono esto mientras leo una entrevista al historiador Quinto Antonelli, "Una guerra buona per tutti gli usi", “Ricordare la Grande Guerra. Riflessioni all’alba del centenario”  )


Camilo Ferrari (Poia 1897-Bahia Blanca 1984) aveva fatto la 1° guerra.
Sua moglie, Emma Battaia, aveva "vissuto la guerra".

Il mito ad usum filii:
Da parte di lei: la cucina austera, il risparmio, e allo stesso tempo, la compulsione ad accumulare cibo e non buttare niente, niente, niente.


Di lui: un lungo viaggio molto lontano da casa, lunghe marcie a piedi, parecchi anni spesi come prigioniero in Russia, il giro del mondo, risparmio, silenzio, la puntuale abitudine di mangiare fino all'ultima bricciola lasciando il piatto sempre pulito, né troppa gioia né troppa tristezza per niente.
Della guerra, né fotografie in divisa, né documenti, né carte (tranne un taccuino in cui solo due pagine datate novembre 1917 recano un breve riferimento alla speranza di tornare a casa). Raccontava soltanto aneddoti individuali, sulla sua propria esperienza personale, senza riferimenti alla processi piú larghi, né a spiegazioni di carattere generale o ipotesi ulle cause di quello che aveva dovuto vivere. Non fece mai allusioni alla vita militare, né alle arme, né a battaglie, né ufficiali, né commilitoni né morti sul fronte. Il suo era stato un lungo viaggio, un'avventura (piuttosto dura per causa del mangiare -scarso- e del freddo - terribile, ma la cui causa era semplicemente che il mare del nord era ghiacciato e non c'era altra strada per tornare in Italia), il giro del mondo, percorrendo una serie di cittá e porti dai nomi esotici.


Quella guerra (cosí, senza determinativi, e riguardo alla quale non si diceva mai né chi combatteva chi, né chi vinse) non aveva niente a che vedere con "la Guerra" che si poteva leggere sui libri di scuola e meno ancora quella che si apprendeva quando si iniziava a studiare italiano presso la Dante Alighieri, o a cantare presso il coro della Sociedad Italiana: niente a che vedere con la guerra dipinta dalle canzoni degli alpini, né con quella evocata nei monumenti della cittá di Trento, né con la guerra dei poemi di Ungaretti nell'alta montagna: la 1° guerra dei corsi di storia italiana e pure quella che studiai all'Universitá era infatti quella "Quarta guerra di indipendenza", conclusione del processo di unificazione territoriale iniziato nel Risorgimento, e fattore decisivo nella consolidazione dello stato italiano nell'Europa "moderna".

C'era qualcosa strana. La guerra in cui era stato Camilo non sembrava la stessa: quella sua era guerra senza "epica", senza "racconto", senza eroi né martiri, e la lunga strada di queste migliaia di uomini - che  iniziavano da soldati austriaci, poi diventavano disertori-prigionieri dai russi, e a un certo punto del percorso diventano italiani prima di iniziare il viaggio per la Siberia con il Transiberiano fino all'estremo confin dell'Asia, e per l'Atlantico- durante quattro anni, un episodio ignoto, come se fosse avvenuto in un altra guerra, in un altro mondo.

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