Esta era de Camilo Ferrari (Poia, 1897) quien se dedicó durante veinte años - entre 1935 y 1957 - al fraccionamiento y venta de vino, primero en la esquina de Rondeau y Sixto Laspiur, luego en la calle Soler al 400 (frente al salón de los deportes) y quien posa acá para la foto, cuando todavía el negocio florecía, toda la familia (Emma Battaia, su mujer, Poia 1906, y Elisa y Carlos sus hijos) trabajaba lavando botellas y damajuanas vacías, llenadolas de nuevo, tapándolas y etiquetandolas:
Camilo Ferrari en el patio de su casa en calle Soler
Pero no solo Camilo se dedicó durante varios años a esto. También sus hermanos Agustín (Poia, 1895) y Cornelio (Poia, 1901) tuvieron sus depósitos de fraccionamiento y venta de vino, uno en pleno centro, en Roca y Estomba, y el otro en Villa Mitre:
Frente del depósito de vinos de Cornelio Ferrari en calle Garibaldi, Villa Mitre
Actualmente está ahí la sucursal del Banco Credicoop.
Angel Ferrari (Poia, 1926), uno de los hijos de Cornelio nos muestra en su casa en Villa Mitre, no solamente las espitas
sino también los taladros con que se horadaban las bordalesas para sacar el vino. (foto tomada en febrero de 2002)
Cuando Camilo se mudo a su nueva casa-negocio de calle Soler, se instaló en la esquina de Rondeau y Sixto Laspiur su cuñado, Abramo Battaia (Poia, 1913).
Los hermanos Ferrari no solamente nunca fueron socios, sino que mantuvieron entre ellos una encarnizada competencia: se espiaban, criticaban la calidad del vino que vendían los otros, se disputaban los clientes.
Dejaron el vino a mediados de los años 50 y se dedicaron al campo uno, a la construcción los otros dos. Abramo, en cambio, siguió con el vino, fraccionando tambien él y adecuándose luego afines de los sesenta, a la venta de vino en botellas y damajuanas envasadas en origen. Abramo cerró su negocio en 1991.
Con respecto a esta actividad - a la que, sabemos, se dedicó por casi veinte años- no hemos encontrado hasta ahora ninguna foto, etiqueta o papel de Agustín Ferrari.
Tanto Elisa la hija de Camilo como Angel el hijo de Cornelio, recuerdan la intensidad del ritmo de este trabajo junto a sus padres.
En esta espita que encontré ayer en el galpón de la casa de mis padres ya no queda ningún resabio de olor a vino.
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